–Es la tregua, Tsef Thaed –asintió Bob, andaba un poco sonrojado. No sé que le ha dado por beber brandy.

–Es que así digiero mejor –respondió Bob, adivinando mi pregunta o leyendo mi mente… pinche cacto raro–, la carne.

En fin. Yo crecí con tres tíos (hoy obviaré a las tías, espero que con su perdón, porque ellas me leen de vez en cuando, o tal vez diario). A falta de padre, tuve tres modelos a seguir… uno bien fiestero, bien responsable y tranquilo en casa, otro bien sarcástico, muy informado y el genio de la familia, y otro que me abrió las puertas al conocimiento underground, así como a las ganas de aprender e investigar las alternativas. Me gusta pensar que mucho de mi personalidad es un coctel de ellos tres. Salí con ellos a un barcito, a comer y a beber coca cola (porque yo casi no bebo). Me tomé una cerveza y nada más, hace mucho que dejé mi etapa de ponerme como vaca babosa. Aún me recuerdo sentadote en el piso, con la quinta ballena/caguama del día, mirando a la gente pasar y señalarme, preguntándome–: ¿Estás bien Árbol?

Era bien aguantador en ese entonces. Hoy, ya bebo como señorita fresa (sifrina, dicen en Venezuela) recién iniciada al menester del alcohol… con poquito y ando dando las nalgas.

–Los placeres de la carne –musitó Bob–. ¿Mañana podemos salir al parque? Ya sabes, como a las dos o tres de la tarde, cuando los niñitos esten jugando. ¿Si, si, si?

–Estoy tratando de escribir. Cállate.

–Hic –dijo Bob, sarcástico–. Un gato… puede ser un gato. ¿A qué sabrán los gatos?

Y bueno, esa etapa de desenfreno y hedonismo, me llevó a platicar con Jorge y desde entonces, hace cinco años, trabajo en el fantabulástico mundo fashion de los comerciales para TV.

Platiqué con mis tíos y regresaré a vivir con ellos porque mi hermano regresa a México. Me contaron planes de que tienen el crédito para una casa, de que dejarán el viejo, grande y feo departamento, de que le pagarán a mi hermano la misma preparatoria donde estudié yo y aprendí unos cuantos modales y unos cuantos valores morales. Yo me conformo con que aprenda a ser honesto consigo mismo… y también que aprenda algo de ortografía, porque el cabrón luego me sale con unas palabras inventadas y unas licencias poéticas, que me dan ganas de aventarlo por la ventana.

Ahora que estoy viviendo mi tregua… me gustaría regresar con mi familia.