La sala de edición esta hirviendo y no es porque tenga una nena preciosa masajeándome la espalda, hablándome bonito al oido, desabrochándome los jeans y sonriendo pícaramente. Tampoco es porque trabaje en una olla del tamaño de un estadio calentándose sobre una estufa que a nuestra diminuta perspectiva, parecería una fábrica industrial, dentro de la casa de algún gigante con cara de pocos amigos (pero con un corazón bondadoso, dice Bob sonriente).

No es nada de eso. Sencillamente es el sol, es la temporada, es el calor, es la contaminación y el efecto invernadero.

Tal vez no firmaron el protocolo de Kyoto a tiempo. Tal vez, algún marino espacial no evitó que la UAC abriera las puertas del infierno. Tal vez la empresa de los congelados, la que ha contratado a un chingo de monos y les ha puesto un uniforme azul para que paseen con sus hieleras en los cruceros, tuvieron tan buenas ganancias que pudieron comprar una máquina que altere el clima. La vida no es poco ética, somos nosotros, ¿y eso qué? Nosotros también inventamos la ética, lástima que la naturaleza no se deje enseñar tan bien como nosotros.

Hace calor.

Ayer miraba las fotos del niño ese… todo eso esta muy atrás, en el tiempo. Casi un cuarto de siglo. Miro el rostro de mi madre y pienso en ella, me pregunto si ella habrá intuido –en ese entonces– nuestra situación actual. ¿Qué tanto habrá pensado al tener a ese monín, con la piyama de Rosita Fresita? Quien sabe, de lo que si estoy seguro es que el monín ese sonreía mucho para la cámara. Sé que ella tomó la mayoría de las fotos de ese primer cumpleaños. Lo sé porque a ella le encantaba tomar fotos. Su cámara era una reflex (Canon), hermosa, con muchos botoncitos, con un lente grande. Era una cámara profesional. Me acuerdo que jugaba con ella de niño.

Extraño a mi familia, la de ese entonces.

No es cierto que todos extrañamos la niñez, no es cierto que todos tuvimos una infancia feliz. Desde que inventaron ese romance de la infancia, poco a poco se ha protegido más a los niños, nos hemos estado concientizando de ellos. Mi familia si fue consciente de mi niñez, sin mimarme demasiado, pero sin tratarme del nabo. Al mirar las fotos no puedo quejarme. Ya que me haya amargado después, ya fue enteramente mi decisión. Fue el resultado de mis propias decisiones, importantes y banales. Uno que otro evento de caos, pero bleh… uno se predispone a tomar las cosas, uno se predispone a aceptar el cambio. Soy de los que piensa que la vida es más divertida cuando uno la ve gris y le da sus colores de vez en cuando. Uno aprecia más la felicidad de esa forma.

Con este calor, yo creo que Bob se siente en casa.