Otro lunes. Odio los lunes. El pinche lunes. Todavía sucede que me acuesto en la cama, hundo mi cara en el colchón y un grito ahogado, una plegaria desesperada–: Carajo, lunes… ¿ya tan rápido? ¿y qué anomalía espacio / tiempo se tragó mi fin de semana? Puto lunes. Lunes malparido. Farisaico inicio de semana. No dejo de bostezarte en la cara, lunes… de enseñarte el dedo que importa ¿Y cuántas venas tiene el chile? Setecientas. ¿Qué te llamas lunes por la luna? ¿Y a mi qué? Pinche día mamón. Y aún intercambiando tu lugar con el martes –tan distinguido–, o con el miércoles –tan divertido–, o con el jueves –tan cercano a su novia, la golfita llamada viernes, que también le pone con sábado y domingo–, para mi seguirías siendo el puto lunes malparido farisaico aburrido, mamón y sete siéntate acá, que pa’ luego es tarde cabrón.

A ver si ya te vas acabando.

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De niño, me la pasaba haciendo cálculos para otorgarle al ser humano tres días de descanso. Como el lunes nunca me agradó, pensaba que en jueves debería iniciar el fin de semana, para descansar el viernes, sábado y domingo.

¿Y por qué hacía yo de chaval esos cálculos tan… extraños? Porque yo de niño me imaginaba que en algún momento sería Dios, ¡a huevo! Y Armando Sámano dícese así mismo megalomaniaco por ser Superman, antes que Batman o Spiderman.

Definitivamente, maese, de los megalomaniacos, usted es el menos.

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Es como el juego de Piedra, Papel y Tijeras, donde… por alguna extraña razón (cual extraña, por mamones), alguien sacaba los Brazos de Superman, el Genio de la Lámpara de Aladino y el Cohete Espacial.

Ya sé que inventarle a mis nietos.

–Piedra, papel o tijeras … abuelo, no manches, ¿qué es eso?

–Los Misterios de Dios.

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Mi abuela decía que la Biblia debía ser un bonito libraco literario, se los decía a sus clientas católicas y a sus clientas testigas. Su propia hermana era testigo de Jehová. –Si… si yo se los dí a leer a mis hijos por cultura general –decía la abuela, mientras que sus clientas insistían en transformarla y enseñarle la luz de sus errores. María, dependiendo del día, les seguía la corriente y si se desesperaba, las mandaba a chingar a su madre. Raras veces se desesperaba, puesto eran sus clientas, así que todo esa discusión de religión y valores formaba parte de la venta, del pan de cada día, de las tortillas y del atún con aguacate y mayonesa.

En algún momento, consideró hacerse Testigo de Jehová al descubrir cuanto la religión había ayudado a su hermana, económicamente, en relaciones laborales, en la facilidad para conseguirse una vivienda. Y después abandonó la idea–: No sea que alguno de mis hijos se la vaya a creer.

Mientras hacía la tarea escuchaba sus pláticas y fue de ahí que aprendí a responder, sin que la persona intuyera que me lo estoy jodiendo, que le estoy dando su avión o que tengo un interés genuino en sus creencias. También aprendí a tratar a las señoras y a las jóvenes, amas de casa. Los niños somos como una esponja. Lamentablemente mi abuela no sabía ruso o francés, hubiera sido divertido.

–Yo no creo en el Dios que venden en las estampitas –seria, la abuela–. Yo creo que Dios lo es todo, que no es una persona, a nuestra imagen y semejanza, no… (¿tan soberbio, tan vano, será el hombre como para escribir que Dios es a nuestra imagen y semejanza?) yo creo que Dios debe ser algo tan grande como el universo mismo y aún más. Un cosmos, la energía que se mueve en todo ello.

Que nuestro Dios te bendiga, abuela, donde quiera que estés.

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Las ventanas están silenciosas en lunes. El viernes, sin embargo, la ventana de Ropa Interior Morada estuvo muy activa. Constantemente ella entraba, se revisaba el estómago, acercaba su rostro a un espejo que yo asumo, existe. Se lavó los dientes dos veces en una tarde. Ante tal exceso de actividad, surgieron muchas preguntas… ¿por qué te revisas tanto la pancita? ¿por qué te lavaste dos veces los dientes?

Entonces… se me ocurrió que ella pudiera tener bulimia/anorexia. O tal vez, que ella estuviera embarazada. Tendré que estar más atento a Ropa Interior Morada, para ver si su comportamiento es algo recurrente. Claro, siempre queda la opción más simple–: Es demasiado higiénica.

La opción simple, es la más aburrida.

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No hay nada más frustrante que adivinar el pensamiento de una mujer. Es cierto. Pero es más frustrante cuando no sabes que decirle y como. Yo, siendo más práctico, porque practicar el juego de seducción me aburre y me aburre la usual compra venta de insumos humanos. Procuro ser honesto, franco y directo al grano. Eso si la estoy conociendo por primera vez. Si la mujer me interesa, entonces practicaré el juego, hasta que me aburra y regrese a lo mismo: honesto, franco y directo al grano. Pero cuando esa mujer es tu madre, tu novia o tu hermana… o sea, donde la mujer y el hombre mantienen una relación más estrecha…

Entras a otro nivel del juego, donde todo es un enigma. No puedes responder a todo un sencillísimo si o no, aún siendo esa la respuesta honesta o la respuesta con la mejor intención, porque entonces te conviertes en alguien seco, en alguien que no desea mantener la conversación, en alguien que ya perdió el interés. (Vecina, Ropa Interior Morada… un borrón jugando con su cabello, nada más). Antes no eras así, antes eras más platicador, antes hablabas más. En cambio, si respondes efusivamente o si te expresas con elocuencia, recibirás una expresión que intuye un gato encerrado, te conviertes en una bola de estambre para el gato curioso y juega contigo, para ver donde cometes una torpeza. (Vecina, Ropa Interior Morada… ha regresado, tiene un teléfono en la mano).

Estimulante, pero estresante.

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Jouken Douji. Oye Carlos, porque tuviste que decirle que la amabas a Mariana.