The snake is long, seven miles. Ride the snake…he’s old, and his skin is cold.

–The Doors, The End.

arbolsep-pix

Soñé con un cocodrilo que se había comido un reloj y le observé temeroso, conservando mi distancia, como si yo fuese Garfio. No había ningún barco pirata, o alguna tierra eterna, o sirenas cantándome, nop… sencillamente, soñía qüestaba eni casae y un cocodrilo siabía comeido relojj. Un sueño intenso, de esos que últimamente son los preferidos de mi subconsciente. He soñado, día tras día, símbolos que recuerdo al despertar y cuando abro los ojos, los sueños ya modificaron la realidad. Porque sé que son sueños, cuando tengo uno de esos, estoy totalmente seguro que lo son y cuando despierto, estoy seguro que continuarán comiéndose las paredes como si fuesen pacman. Las cosas si pasaron.

He anotado mentalmente cada uno de los símbolos que esos sueños me dan. El cocodrilo que se comió el reloj es uno. El viejo en silla de ruedas son dos. Que haya fornicado por detrás a una conocida son tres. Que el vello púbico esta creciéndole a un adolescente son cuatro. Que la muerte de un presidente son cinco. El ruido envolvente que hace el amanecer desde una luna jupiteriana son seis. No ha llegado todavía el símbolo número siete, porque como Simón y yo, y el cacto, y el lobo, sabemos, el siete es el número de la perfección. En el momento que se presente el séptimo cigarrillo, algo debe suceder. Claro, es una pendejada, estoy jugando con la posibilidad que los símbolos con los que despierto modifiquen la realidad desde las entrañas, si no la mía, la de alguna otra persona a muchos kilómetros de aquí. No sucederá nada con los sueños, ni con el séptimo, ni con el onceavo. Sueños así me obligan a pensar que yo soy su ficción, soy la ficción de mis propios sueños.

De cualquier manera, hacía mucho tiempo no tenía sueños así y tan seguido. Me es fascinante anotar esos símbolos y estoy sometiéndome a un proceso psicológico, no sé cual de todos, si jungiano, lacaniano, freudiano, pavloviano o gestáltico, pero estoy seguro que en unos años, incluso años, cuando esté cogiendo con una conocida por detrás o cuando mire de frente al cocodrilo que se tragó el reloj, sentiré que es el destino o que los símbolos ya me habían avisado. Por cierto, ahora que recuerdo, hoy vi aun viejo en silla de ruedas mientras hacía la fila para pagar dos cajas de bolsas de basura, pan de dulce y dos coca colas de 600.

Que meyo.