Tuve una pesadilla. Soñé con el viejo mercado de la Jardín Balbuena, estaba caminando por los juegos y por el parquecito cuando me encontré con Sol María. Creo que platicamos un rato, creo que nos hicimos pato en los juegos. Me dijo que era hora de irse a casa y caminamos para allá. Se estaba quedando con unos tíos y esos tíos resultaron ser un escritor que alguna vez me dio clases, y una escritora, Aurora, que actualmente me da clases. Pensé en ello un momento, pensé en lo absurdo, y pregunté en el sueño como reflejo de lucidez, ¿cómo es que ellos eran sus tíos? Y no me respondió, o si me respondió me dejó sospechando de la realidad construida por el sueño. Pasamos a su casa, suponíamos que estaría vacía pero sin aviso, empezó a llegar mucha gente, ella me dirigió directamente a un sillón. Olvidé saludar y pensé en eso–: Les hubieras dicho buenas tardes a todos antes de sentarte en el sillón con ella. Había muchos niñatos, chavitos de no más de doce, caminando por ahí y buscando juegos para un Xbox que hacía escándalo en la pantalla. Medio me interesé, pero me interesaba más estar con ella. Nos acomodamos los dos en el sillón, nos medio acostamos, yo me sentía un poco incómodo porque no les di las buenas tardes, hasta que uno de los niñatos dijo– Hola Árbol. Me senté entonces mientras Sol María seguía acostada y le pregunté– ¿Cómo saben que soy el Árbol? E hice un interrogatorio, sospechando aún más de la realidad construida por el sueño. Ella me dijo que alguna vez se los había comentado y mi mente movió algún engranaje, que rechinó haciendo eco: “Todos saben que eres el árbol” (bol, bol). Me encogí de hombros y continuamos sentados, estaba interesado por mirar a Aurora y preguntarle a ella de su relación con Sol, entonces mi mente me hizo otra jugarreta: Ya lo habías soñado, ya habías soñado que eran familiares, ¿recuerdas cómo la miras en clase a veces, y piensas que son tan similares físicamente que podrían ser familia? Ve, con esto lo confirmas, son familia y ya. Recuerdo que miré el perfil de Aurora, con el cabello recogido, estaba platicando con alguien más y no le reconocía la voz. Dudaba, dudaba mucho. Sol María me jaló de los hombros y nos quedamos un rato ambos sentados, y pensaba en que no había dicho buenas tardes a todos. Más gente estaba llegando. Ella se acercó a mi oído, me preguntó si quería algo, “creo que presentarme, pero todos saben que soy el árbol, debería de darles las buenas tardes” pensé. Ella empezó a lamerse un dedo y después no podía quitarle la vista de encima, mientras tanto, el esposo de Aurora caminaba con una guitarra a un escenario, escuché que haría un pequeño concierto, que estábamos presentes para festejar un cumpleaños. Sol María se lamía los dedos y le detuve, le dije: “Ya, ya, párale… ya”. Ella entonces me abrazó y se puso a llorar. “¿Qué no lo quieres?”. “Si lo quiero, pero no es el momento, nos van a mirar, me va a mirar la familia de esa mujer que ves a tu derecha (Esa mujer era la esposa de uno de mis tíos) y ellos son muy mochos, son unos hipócritas con su religión, van a mirar en mis ojos como me gana el deseo y van a decir algo, van a hablar, y tú sabes como hablan, ¡cómo hablan cuando algo no les parece!”. Tuve recuerdos infantiles, y creo, también parte del sueño, recuerdos de esa gente con su fé, de como retorcían a su conveniencia la moral, de como a veces me sentía bajo su mirada compasiva mierda. ¿Para qué se ponen guías si no van a seguirlas? Hipócritas, hipócritas, hipócritas. Ella me abrazó y siguió llorando, Sol María me preguntó si no quería otra cosa, sólo dar las buenas tardes, pensé, y abrí la boca y todos me escucharon, voltearon a verme y me sonrieron. “Todos saben que eres el árbol, todos saben que te incomoda mucha gente a la vez, todos saben que eres tímido, todos saben que mirándoles ya les saludas”, pensé. Entonces a Sol María y a mí nos empujaron el sillón para escuchar al tipo que iba a cantar. Nos lo empujó uno de los niñatos y lo juntó con otros dos sillones. Inmediatamente extrañé la intimidad de ese rincón. Ella siguió preguntándome porque no lo quería, porque no quería mirarla lamerse el dedo, yo le dije que si lo quería, que pensara un momento e intercambiara los papeles, dos hombres se sentaron del otro lado del sillón. Discutimos absurdamente, sin poder hablar libremente por los dos hombres a un lado, y pregunté, finalmente: “Entonces, ¿lo quieres?”. “No, no quiero”. Los otros dos hombres se rieron, Sol María se rió y me dijo que nos estaban escuchando, yo también lo sentía, escuché que los hombres dijeron: “Uy, le dijo que no quiere casarse”. Entonces Sol María y yo nos inventamos una plática para que la escucharan los hombres y la terminé con un: “¿Cuánto apuestas a que nos siguen escuchando?” y volteé a mirarlos, los cuatro nos carcajeamos. Llegó más gente a la fiesta de cumpleaños y después, llegó más gente al funeral. Llegó mi familia, mi mamá, mis dos tías, mi abuela y mis primas. Mis dos tías, mi abuela y una de mis primas estaban embarazadas, y una a una fueron tomando los lugares de los sillones, nos separaron a Sol María y a mí, no vi el momento en que ella se perdió. Platicamos un rato, les comenté que era muy extraño que todas estuvieran embarazadas, y pensé en cada una, pensé en que mi abuela no tenía edad para estar embarazada, pensé en que una de mis tías se hizo un gran lujo en venir desde Estados Unidos a una fiesta de cumpleaños (y luego embarazada), pensé que la prima era demasiado joven para estar embarazada. Mi mamá se fue en algún momento, sólo estaban ellas, y me dio lástima, pensé que hubiera sido bueno que se quedara con ellas y platicara, que lo necesitaba, e inmediatamente pensé en Sol, y pensé que ella debía estar a mi lado para conocerlas, sobre todo para conocer a mi abuela. Me levanté y fui por ella, se había perdido en una gran cocina/sala. Le dije en tono de broma que debía estar con nosotros, que le tocaba a ella. Ella se rió un poco nerviosa y me respondió lo mismo: Es que estoy un poco nerviosa. “Bueno, si vamos a casarnos”, pensé, “es natural que esté nerviosa, que tenga miedo de conocerlas, yo todavía no pido su mano”. Y apagaron las luces, y Sol María se fue a algún lugar, y entonces, mi abuela se recargó en un coche y mi mente insistía: No puede ser que a su edad esté embarazada. Empezó a hablar de doctores y de nopales, un discurso muy largo que me sonaba a sermón, y también pensé que esos no los haría ella, que ella no acostumbraba los discursos largos, me quedé callado, pero mis manos no dejaban de moverse, se movían para distraerme, y yo trataba de escucharle. Nopales y doctores. Entonces ella se separó del coche porque este iba a moverse y en cuanto lo hizo, se quedó rígida y cayó al suelo muerta. Pensé: “Idiota, idiota, no harás nada idiota, no harás nada y muévete ya. El bebé, es una lástima que una mujer de su edad y el bebé en su vientre se esté muriendo. Sabía que te ibas a quedar quieto. Sabía que no ibas a poder hacer nada cuando necesitaras salvarla”. Y después me moví y grité por doctores y ambulancias, entre tanta gente debía haber un doctor, o una ambulancia. Idiota, idiota, idiota. Entonces me acerqué a ella para tomarle el pulso, sentía que me iba a gritar y desperté.

Cuando desperté estaba moqueando y miré la cara de mi hermano, que estaba dormido. Me pregunté si no habría gritado, si estaba moqueando, era muy probable que también hubiera gritado. Entonces me quedé un rato mirando el techo, pensando que mi abuela compraba los nopales a las doñas y dones que los traían del campo, que ella los compraba con espinas y los pelaba en casa. –Si quieres aprender a comprar nopales –me dijo en aquel entonces–, nada más fijate que no estén oxidados en las orillas. Esta bien que se los compres a estos vendedores porque a veces los traen muy frescos y salen un poco más baratos. La abuela por lo regular iba con una señora, indígena ella, que agarraba un espacio en un estacionamiento de una cerrada y se dedicaba a pelarlos y venderlos. La abuela le compraba los que no estaban pelados. –Es que a veces les arrancan demasiado con el cuchillo.