Al principio me dio risa mirar lo obvio y después me di cuenta que mi vida se volvió un poquito peor cuando el camión de la basura, con sus dos metros con cuarenta centímetros de alto, incluyendo la basura, intentó pasar por el tunel del viaducto de dos metros con diez centímetros de alto. Esos treinta centímetros de cartones, cajas, cubos y bolsas negras hicieron una enorme diferencia. También, para aumentar exponencialmente el factor caos, el conductor del camión pensó en cambiarse de carril, logrando así ocupar dos a la vez. Llevo dos horas varado, con la corbata aflojada, sol de verano a la una y media de la tarde, Caribe del ’89 sin ningún aire acondicionado y un cronómetro inútil desde hace una hora con treinta y dos, mañana tendré que entregar el dinero al abogado al extremo oriente de la ciudad. Cada que miro el camión, esperando la resolución, este me responde malignamente “Impossible is Nothing”. Primero, los carriles de en medio intentaron escaparse por los de los extremos, sin embargo, un Atos, taxi ecologista, en el intento de ganarle a un Topaz, se besaron los unos a los otros y ahora cada uno esta con sus respectivas aseguradoras. El carril de extrema izquierda continua avanzando, lento pero seguro, siempre y cuando el muchachito que esta dirigiendo la operación para destrabar el camión no lo ocupe con su cuerpo. Si fuera yo el afortunado de pertenecer a aquel carril, lo hubiese atropellado hace una hora con treinta y dos minutos. Para distraerme he observado a la gente en otros coches, una señora ha mirado dos que tres veces, embelesada, el letrero del camión y sus labios parecen recitarlo como si fuera un mantra. Ya cuando me aburro, porque el hastío es un ciclo de aburrimiento, en algún deseo inconsciente estoy esperando a que la muchacha del Dauphine aparezca a mi derecha. Que la chica del Dauphine me platique cuanto tiempo llevamos esperando. Pero creo que en México no existen esos coches. Creo que ya no existen en esta década y es curioso, pero nunca he dudado de la existencia de la chica del Dauphine. Estoy seguro que si ella estuviera aquí… en vez de la señora admirando el camión –Impossible is nothing–, me sentiría como en casa.
Foto de Tato.
Este cuento forma parte de los fotocuentos que escribí en este blog.