Ayer Fest bajó un par de programas para escribir offline (es decir, desconectado y con la posibilidad de guardarlas de inmediato en el disco duro) las entradas de este weblog. De los tres que ha probado, ninguno le ha parecido bueno. Incluso, en un arranque de aventura escribió la entrada de ayer desde Google Docs & Spreadsheets. Al final no le gustó como dejó el código y decidió no utilizarlo como editor de blog. Sin embargo, le gustó lo suficiente para trabajar algunos textos ahí. Es posible que desde ese procesador de textos trabaje en el reto de NaNoWriMo. Mientras tanto, para sus entradas regulares, seguirá utilizando la interfaz de WordPress como editor principal. Uno de los motivos por lo que hace esto, es que un par de veces sus dedos torpes han apretado Control+R de manera misteriosa al utilizar Firefox y eso, como sus letras tan intuitivas lo indican, actualiza (control [estoy en control] re-cargar) la página. Cuando se actualiza una página con una forma (los cuadritos donde escribes en una página web se llaman formas, worale), obvio, suelen perderse datos. Aunque en Opera no pasaba eso, ha dejado de utilizarlo porque Gmail siempre es un problema y no funciona al 100%. Fest ha instalado un plugin que resuelve esto a medias. De manera automática guarda en un cookie un fragmento de lo que se escribe… pero no es suficiente.

Todo se arreglaría si Fest, tuviera la disciplina de pincharle dónde dice “Guardar y seguir editando”… pero Fest, lo de menos, es disciplinado y aunque lo aplica cada que se acuerda, no tiene el corazón para contar los minutos y actuar como un robot, cuyo momento más critico del día, es mover el cursor al cuadrito salvador y darle click. Se han reescrito cuentos, entradas del diario, historietas, capítulos enteros de novelas escritas aquí por esa mala costumbre y aunque es fastidioso y le enoja, cree en esos pequeños accidentes como señales del destino.

Eso de ser un hombre poco disciplinado y muy supersticioso, algún día lo va a matar, piensa Fest divertido.

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Lista de programas para escribir y guardar tus posts offline (y publicar, si estas online).

Ninguno de los tres me satisfizo. Pero si tuviera que elegir el mejor, por más sorprendente que parezca, es el Windows Live Writer.

Si a Fest no le gustó ninguno, es que es un mamón quisquilloso por el código HTML. Para un usuario regular, los programas son más que suficientes.

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Hablando de disciplinas, el sábado se levantó a las nueve de la mañana, el domingo se levantó a las siete de la mañana (se quedó despierto una hora) y durmió hasta las nueve y media, hoy se despertó a las seis de la mañana. El difunto escritor, Rafael Ramírez Heredia, solía levantarse a las seis de la mañana y escribir hasta las once. Así cómo él, hay muchos otros escritores (los mundialmente reconocidos Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa) que creen en la disciplina de tener un horario específico del día para enfrentarse a la hoja en blanco en determinadas horas del día y hacer su trabajo artesanal. Eso de enfrentarse suena bonito, piensa Fest, suena como alguien que promete verse con su contrincante de ajedréz en la plaza de Santo Domingo.

Aunque a Fest le fascina más el enfoque de Onetti (volvemos a J.C.O. y Dios Brausen), de cogerse a la literatura como la puta ocasional (aunque Onetti lo dice más bonito), cree que puede intentarlo. Empezar el día con una entrada en este diario y ocuparse de escribir lo demás cuando termine. Así que hoy es el primer día de un largo experimento. Uno de esos experimentos que son capaces de definir su profesión. Al menos desde el primero de noviembre hasta el treinta de noviembre, que esté ocupado con el NaNoWriMo, debe intentarlo.

Además, a partir de las once del día queda mucho tiempo libre para una serie de inverosímiles actividades, por ejemplo: pasearse en la UNAM, leer, comprarse un helado, caminar durante una o dos horas, irse a tomar un café demasiado caro, observar las minifaldas de las jovencitas de preparatoria y universidad, mirar la televisión o escuchar el radio, tomar fotos con la cámara digital, masturbarse, conseguirse una amante platónica (o una de verdad, o comprarse una mona inflable), comer con Doña Mary en su fonda, visitar a los chicos de casting, ir por el hermano, encontrarse de casualidad a guffo en Coyoacán, ir a la NASA a dormir por cinco mil dólares, molestar jovencitas desde una construcción, tirar huevos podridos en la casa de las monjas que le educaron, castrar un semental, pintarse bigotes con un plumón, descargar pornografía, hacer pornografía, fumar y sentirse enamorado, un ratito del día aunque sea, enamorarse unos cinco minutos no hace daño… todo lo demás para amargarse, para tener los pies bien firmes en la tierra, para saberse humano y mortal, para creerse la falsa ilusión de que es un hombre independiente y no necesita a otro.

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Que bonito eso de sentirse enamorado… es bien romántico.

Pero estar amargadito lo es más todavía.

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Hablando de amarguras, ayer Fest discutió con Sol. Ella optó por dejarlo solo e irse a dormir. Yo también hubiera dejado solo a Fest, después del drama tan femenino que hizo. Fue una curiosa inversión de los papeles. Hoy lo ve como otro día, normal, dónde entiende que ninguno de los dos tuvo (y tendrá) razón. Son esas discusiones tan necesarias para mantener una armoniosa vida de pareja.

Ayer, cuando ella lo dejó, inmediatamente se fue a dormir ansioso, con el corazón latiéndole rápido por el coraje, dio varias vueltas en la cama y de repente dejó de sentir la ansiedad como por arte de magia. Hasta pensó estúpido que algo había pasado, que algo se le había detenido. Se quedó en silencio un rato y cuando escuchó su corazón latir de nuevo, suspiró tranquilo. Se sintió más estúpido. Después se preguntó así mismo si era tan malo tan sólo pedirle un poco de su tiempo. Si de verdad lo que pedía era demasiado o si era tan profano como para transgredir su condición natural, pensó si sería mejor dejarlo por la paz. Luego se preguntó si de verdad necesitaba tanta atención. O si la pedía de una manera exagerada. Luego se dio cuenta que si ella se tomara esos cinco minutos, él se ahorraría los enojos de toda una noche ¿Pero y si esos cinco minutos son vitales para la supervivencia de ella, qué? En ese caso mejor deja de pedirlos. Pero eso de ahorrarse enojos de toda una noche, le parece razonable y saludable. ¿Pero… si no es así? ¿Si después de cinco minutos, él quiere diez, veinticinco o seis horas? Fest se encogió de hombros, eso nunca lo sabrán, porque ella esta dispuesta y necia a no tomarse los cinco minutos, y él estará a predispuesto a discutir cuando eso suceda.

Una idiotez, al fin y al cabo, la discusión. Tan idiota como no tomarse un poco de tiempo para darle importancia al otro. ¿Será?

Fest despertó con muchas preguntas y probablemente no perciba una respuesta. No es algo que no se arregle con un par de nalgadas y perversiones innombrables, piensa Fest divertido.

O con una muñeca inflable.