La felicidad existe en lugares curiosos, como en el salir a fumar un cigarro y disfrutarlo, mirando puertas que ya se duermen buenitas y obedientes, las luces velan el silencio del edificio mientras platican a voz muy bajita los acontecimientos del día, ese momento inexistente donde señora sol les reemplaza. Las noches, cuando un rayo de luna escapa por los pequeños matorrales de la urbanidad creciente, los silbatos pasean en los caminos y los ladridos les acompañan. No hay nada como el cigarro suspendido en el aire, y el humo dispersándose, separando sus átomos para convertirse en vacío. Una silla abandonada piensa que esta sola, mientras un monitor prendido propone escribir algo en una hoja en blanco, una gorra sueña con besarse con los pelos necios al siguiente día y una pluma, iridiscentemente enamorada, observa las hojas de un diario que aún no marca con su tinta. Al escritor le preguntaron si la ama, y él ha respondido que si, en su cabeza.