Acabo de escuchar una versión acústica de “Dreaming of You” en el radio. Que canción más suave y hermosa. Me acordé cuando estaba enamorado. No necesariamente de aquella. No. Solamente que estaba enamorado. Con Sol, enamorarse es distinto. Es un trabajo de todos los días. Inventar nuevas formas de amarle. Arrancarle sonrisas. Procurar que ella cuide el interés que le tengo. Sentirse enamorado, es distinto al amor. Hoy, en la filmación, Ricardo y yo platicamos un poquito del amor. Nada más un poco. Hablamos de esos momentos románticos y utópicos. “Lo conocí. Lo perdí. Lo encontré. Me enamoré”. Entre hombres, el tema no desarrolla sin alcohol.

Me levanté a las seis de la mañana para la filmación. Sigo en la oficina. La locación fue en el pedregal. Extrañaba sus millonarias casas, su ambiente aparentemente tranquilo, sus calles caóticamente orgánicas. La casa era de un ingeniero mecánico. Admiré su enorme jardín (tenía violetas) y luego entré a la sala. Miré sus libros. Había Coehlo, había Ibargüengoitia, había Freud, había de todo. Intuí que su esposa era psicóloga por las temáticas de los libros. Definitivamente católicos, pero católicos con libros de Jardiel Poncela.

Curioso.

Pensé, por un momento, que sólo tenían los libros para apantallar. Me imaginé en mi vida adulta. No puedo mentir. Me gustaría tener una biblioteca enorme y presumir los trofeos que han pasado por mis ojos. ¿Era Borges quién decía: “que otros hablen de lo que han escrito, que yo hablaré de lo que he leído”? Borges y la desgracia de quedarse ciego. Borges como director de la biblioteca, cuando sólo podía dictarle los poemas a su madre. Borges era “mi rey”.

En la filmación había una niña inquieta. No la culpo. Cuatro años. Ya quería irse a casa. Su festival era en unas horas. No prestaba atención al director porque su padre estaba ahí. Son una enorme distracción los padres, pero son indispensables. Cuando terminó sus primeras tomas, se iba a caminar por el jardín para curiosear las tomas del bebé. Su padre le decía-. Ivana, regresa… deja trabajar al bebé.

–Papá, sólo quiero ver.

–Ivana, ven… –dije en algún momento. La niña no me hizo caso. Primero miró a su padre. Luego me miró de reojo, como si estuviera y no estuviera. Cuando por fin se decidió a hacerme caso, le hice preguntas: ¿Dónde estudias? ¿Cuántos años tienes? ¿Te sabes alguna canción? ¿Me dices tu dirección? A que no me cuentas un cuento. La niña se entretuvo con las preguntas y las respuestas. Eso bastó para controlarla una hora y fracción. Era eso o quedarme dormido. Los niños son un enigma para mí. No es extraño que trate de convivir con ellos.

La americana quedó satisfecha con nuestro trabajo. Un productor nos pidió los datos para hacer otro casting. Nos fue bien.

Fue un día largo y cansado. Ansío llegar a cama y dormir. Falta todavía editar un DVD. Niños que sepan hacer bombas de chicle. A veces me parece increíbles las cosas que buscamos, por lo simples que son y lo mucho que pueden complicarse. Un niño haciendo una bomba de chicle, requiere dos semanas de trabajo. Mientras que niños en todo el mundo, en sus escuelas, se meten los chicles a la boca, hacen las bombas, se las revientan y se ríen, con la cara pegajosa y los pelos rosas. Su madre se encabronará. Su madre les cortará el mechón de cabello y los regañará.

“Hoy no eres mi rey, hijo de perra”.