Una de las cosas de las que se enorgullece un lector asiduo, es la cantidad de libros que puede leer en un año. Desde que en México se estableció que somos estúpidos porque solamente leemos un libro al año, las pocas personas que tienen cierto amor por la lectura sacan el pecho orgulloso e incluso arman competencias por leer un libro semanalmente, un libro cada mes, o bien, alcanzar una determinada meta de libros al año.

Eso está muy bien.

A mi también me gustaba jugar carreritas con los libros. Libros de ficción, poesía y cuentos, que me alimentan durante dos o tres días. Dependiendo que tanto empeño le ponga. Se me ocurrió hace algunos años (creo que dos), leer tres libros y casi al mismo tiempo. En el blog debe estar registrado, en algunos párrafos, el atrevimiento que hice de tocar estos libros de manera simultánea.

El tambor de hojalata, de Günter Grass.

La segunda parte de El Quijote.

Y los ensayos completos de Octavio Paz.

Hubo una sobrecarga y dejé de leer los tres libros. No sólo eso. Me parece que no leí nada sustancioso ni siquiera entretenido durante ese tiempo. Intenté leer “Tiempo de Fuego” pero tenía las palabras de Grass, de Paz y Cervantes en la cabeza. Palabras a las que deseaba regresar con cierta renuencia, porque no son palabras sencillas. Son palabras que golpean al hombre y modifican su estado como si fuera plastilina. Cosa frágil, en verdad, es el hombre… (ay ay ay).

Entonces leí comics. Leí “Watchmen”, “V for Vendetta”, “Y the Last Man” y “Civil War”. Seguramente leí otras sagas, pero las olvidé. Los comics funcionaron para que pudiera retomar la lectura. Curioso.

Soy un hombre que se enoja con los libros. Los tres, en distintos puntos, me afectaron a un nivel muy personal.

Pasa algo con Octavio Paz y la juventud literata.

Octavio Paz, desde lejos, para nosotros los jóvenes, es un pretencioso. Material para “culturosos”, digámoslo así. Algunos profesores, ya sea disimuladamente o a grandes voces, hablan de él como quien detuvo la literatura en México. Algunos hablan que para publicar había que hacerse amigo de Paz. Otros tantos hablan, que como literato nunca debió ser un portavoz político de la cultura mexicana. Cuando ganó el Nobel era ridícula la cantidad de libros y ensayos que estaban publicados con su nombre por todas partes.

Es más se publicó toda su obra. Publicar toda la obra de un escritor, es como pedirle a este que mantenga un blog. Descubrirás que no siempre escribe las cosas que te gustan, por ejemplo. O descubrirás sus primeros y muy malos, poemas.

No fue culpa de Paz. Fue culpa de México. Un país inseguro de su cultura, necesita explotar a sus íconos para darle fe a su gente, y a la vez, decepcionarla. Explotaron a Paz. O Paz se autoexplotó. O lo explotamos todos. Es como en los deportes. Tenemos al nuevo portero mexicano, y ese portero lo llevamos a tres mundiales porque México no ha entrenado otro. Porque la gente quiere ese. O hacemos que una mujer que ya abandonó sus buenos años, siga corriendo en las pistas, y la invitamos a que continúe, a que se convierta en el pípila y nos rescate a todos.

Hace seis años, nada más de escuchar el nombre de Paz y verlo en la televisión, fruncía el entrecejo. Pensaba en el tipo y me caía mal. Lo escuchaba hablar y me caía mal. Miraba sus ademanes y lo despreciaba. No era el único con esa opinión. Tantas veces escuché en la facultad como lo demeritaban. Como demeritaban su obra, su vida, su opinión, su existencia.

En algún momento acepté que no había leído su obra. Algunos poemas, pero los poemas no me gustaron. Así que elegí sus ensayos. ¿Por qué no? Si tenía razón, me daría el placer de criticarlo.

Después de unos años, estoy por terminar los ensayos de Paz. Los leí muy despacio. Leí disfrutando sus contrastes y sus ritmos. Ese ritmo que empieza con una aseveración y después sigue, y sigue, y sigue. Cuando empieza con algo serio, lo transforma en pensamiento poético y lo reafirma. Lo explota. El dominio de las palabras, el dominio de sus lecturas, de como puede atar los cabos sueltos y recrear la historia desde un punto de vista poético, es único. Octavio Paz tiene un bello vocabulario.

A medida que lo leía, tenía que detenerme para meditarlo. Meditarlo mucho.Por supuesto que esto me provocó un conflicto. Me di cuenta que durante mucho tiempo critiqué a un escritor sin haberlo leído. Lo había escuchado, había leído tres poemas de él, había escuchado de mis profesores y mis colegas. Eso formaron mi opinión de él. Cuando empecé a leer el libro de ensayos, me dije-. Lo voy a leer rapidito para leer otras cosas.

Y pasa que… hay libros que te demuestran cuán mediocre puedes ser como lector. Puedes leer tantos libros como quieras al año, pero hay libros… hay libros especiales, que te detienen. Que te transforman, trituran y desgarran lentamente. Hay libros que no sólo modifican tu visión del mundo, si no la médula… el espíritu, el tuétano, qué se yo. Hay libros que moldean tu cerebro. Libros que te piden años de tu vida, y te dan la capacidad para leer otros como ese.

Libros que te ubican en el contexto. Un gran contexto.

Tal vez sea buena excusa.

Cuando termine el libro, me fumaré un cigarrillo.