• Mi telenovela Fest dio unos giros sorprendentes estos meses por una visita que hice a Veracruz, para que una de mis tías me conociera. La visita tenía un solo propósito–: Mirar a los ojos a mi familia, para que desarrollaran la otra historia. Aquella que no conozco. ¿Por qué mi padre nunca ha tenido la menor iniciativa para conocerme?

  • Sin embargo, terminamos hablando de otras cosas en esa visita. De la familia, de quién es quién, de religión y de lo que escribo. También, pude percibir en experiencia propia, algunas anécdotas de mi madre y a una de las personas que recuerda con mucho cariño de aquella época. Hablamos también, de una manera educada, sutil y graciosa (porque hasta en eso no puedo dejar de ser gracioso), de como me aproximé a sus vidas y el tiempo que había tomado conocernos.

  • Podría tomarme un pequeño párrafo para confesar qué busqué a mi padre en uno de los peores momentos de mi vida, y era porque sentía un profundo resentimiento. Decidí culparlo de muchas cosas que me estaban sucediendo, y me dije–. ¿Por qué no buscar a ese grandísimo cabrón y gritarle un par de verdades? –Sin embargo, al final tuve algo de consciencia, y preferí que el tiempo pasara antes de que abriera la boca y dijera, de una manera hiriente, lo más obvio. El tiempo es más cruel que dos hombres gritándose las netas.

  • Después de saber que mis medias hermanas estudiaban en la misma preparatoria que mi hermano… me dieron una curiosidad tremenda, y me enteré muy superficialmente de sus vidas. El tiempo, el destino, la vida, o el azar, ¿quién sabe? es ironía. Que ellas terminaran en la misma prepa que yo, al mismo tiempo que mi hermano, fueron un indicador para patear una piedrita. Eso me convenció de hacer el viaje para conocer a mi tía, y algunos familiares.

  • De no haber sucedido esa increíble coincidencia, tal vez me habría muerto en paz. Habría hecho planes para largarme definitivamente del Distrito Federal y dejarlo todo por la paz.

  • Unos meses después, me entero que hubo consecuencias. Interesantes, y curiosas. Resulta que esa visita provocó que mi padre preguntara por mi. No de la mejor manera. Hubo reclamos que fueron a dar hasta al más viejo conocido. Ustedes saben como son las familias tradicionales–. Si necesito que esto termine, necesito el apoyo del más grande de todos nosotros.

  • Resulta que mi pequeña visita no fue bienvenida. Mis hermanas saben de mí, y me tienen en un contexto de mal hombre. Mi padre cree que soy un mal hombre. Sin embargo, la abuela dijo–. No puede ser tan mal hombre, es tu hijo y a tu hijo debes reconocerlo –Por ahí también se dijo que seguro deseaba recibir dinero y que no vería un centavo.

  • Parpadeé muchas veces ante eso. Ni me lo imaginaba. Pero bueno, ¿por qué tenemos que ser tan clichés?

  • Con una gran sonrisa, porque temo que lees esto, debo decirte–. Si no pedí dinero ayer, no lo voy a pedir ahora. Lamentablemente ya me acostumbré a rascarme con mis propias uñas.

  • Sería más noble aceptar dinero de tu parte que no aceptarlo. No aceptarlo sería una forma de burlarme y hacerte entender que soy el mejor hombre. Incluso hasta sería capaz de ser barrendero con tal de mantenerme. Aceptar el dinero, vaya, sería perdonarte instantáneamente. El perdón viene, como los mejores insultos, con el tiempo. El perdón y el arrepentimiento. Insisto, yo sólo quiero conocer una verdad y si esa verdad quieres llevarla a la tumba, y ponerme en tu testamento, pues tendría que parpadear muchas veces, suspirar y responder–. Caray, pero ¿qué necios fuimos, verdad?

  • La necedad y el azar se llevan bastante bien. La necedad provoca que las reacciones del azar retrasen sus estragos. Pero no mucho tiempo. La energía contenida luego provoca estragos.