Cafecito de Nescafé, un capuchino moca (me encantan esos, no sé por qué… simplemente me volví adicto) para empezar el día. Eso, y un muffin con pedacitos de chocolate. Rico. El día de mañana tengo filmación y no me han dado llamado todavía.

Corrección. Este post empezó a escribirse hace varias horas, y en este momento, ya tengo el llamado. Ha sido divertido subir, ver a los modelos, platicar con ellos, ver que entren a foro, platicar con los asistentes de dirección, hacer más llamadas telefónicas. Trabajar con ese manto llamado domingo sobre los hombros. El domingo, curiosamente, hace que las cosas se vean un tanto distintas. El trabajo es como hacer esas obligaciones… no sé describirlo. El domingo debería ser un adjetivo.

Ahora que lo pienso, mi filmación es mañana a las siete de la mañana. De pensarlo se me cierran los ojos.

He trabajado con varios modelos y actores que han venido a este callback. Para mí, conocerlos es ya trabajar con ellos. Cuando me saludan y sé que existe la posibilidad de trabajar con ellos, de nuevo, me siento bien. Me siento a gusto. He tenido la buena fortuna de trabajar con buenos actores… divertidos, que te hacen ligero el tiempo con sus chistes y sus anécdotas. Eso mejoró notablemente mi humor.

Tengo hambre. Es domingo de cochinita pibil. De hacer más llamadas y confirmar llamados. Levantar el teléfono es como levantar un ladrillo. Si de verdad algo hacen las ondas del celular al cerebro, el mío ya está en niveles amarillos. Dos llamadas más, y llegamos a la línea roja.

Ayer, cuando llegaba a casa en la noche, me puse a pensar si mi proyecto de 365 días, con estos posts explicando la vida diaria, no terminará por cansarme como ha pasado en otras veces. ¿Escribir la rutina de los días hace bien? Tanta gente, en tiempos pasados, tenía sus diarios y los llenaban, llenaban, llenaban de palabras, de cosas, de observaciones. Las habilidades descriptivas de las personas con cierta educación literaria, en el pasado, les permitía liberar todo lo que sus sensaciones guardaban en el cuerpo. Desparramaban el alma… qué cursi. ¿Tendré menos alma, o menos capacidad literaria, o no seré tan buen observador, o de verdad me gusta sintetizar la vida?

Mi vida es una síntesis. Caray.

cuarto día, de trescientos sesenta y cinco.