Soñé con un muro blanco y cinco o seis insectos verdes pegados a él. Al principio creí que eran hojas, pero eran insectos disfrazados. Hay unos insectos en el mundo real que son así, pero estos eran todavía más refinados, y no se quedaban quietos, ya que movían muy despacio las alas de arriba para abajo y emitían un sonido más débil que el de un grillo. Recuerdo que en el sueño me acerqué para encontrar su fealdad, las antenas, las tenazas, los cientos de ojos. Me sonreí cuando encontré ambas cosas: las alas bellas, disfrazadas de hojas, y el rostro de los insectos, como la cara de un niño recién nacido. Después desperté, pensando en los insectos, y como sólo los recordaba a ellos en un sueño de varias partes.