¿Escuchas voces ruidosas en el viento? Yo no, Pocahontas (versión Disney) tal vez. Yo escucho a los albañiles de a lado, martillar y martillar. El cielo se vuelve de colores. Los albañiles abren túneles, y descubren los tesoros de Cortés en esta tierra de Cholula, la primera conquistada y hecha mierda por los españoles. Mientras tanto, una escuincla de ojos grandes hace la fila para recibir la ceniza en la frente, y el cielo de colores, con pequeños duendes, se instalan en su oreja y le susurran: “Eres una puta, eres una puta, ¿qué haces aquí pequeña ramera?”. Yo enciendo un cigarrillo, alejo a los duendes en mis oídos que susurran cuanto desean. Uno de ellos sostiene la Biblia, y la tergiversa, face fermosos versos jamás escuchados con el arrepentimiento de los pecadores, la desesperación de Cristo y la sonrisa de Dios. Tomas el teléfono y escucho música. Muevo la cabecita, muevo los hombros, cállense pequeños duendes. El perrito duerme sobre mis chamarras, la escuincla recibe la ceniza sagrada (nieta de los Buendía), y el cacto trata de reparar los colores en el cielo. –Tenemos que parar esto, Árbol –me dice. No tenemos que parar nada, le respondo, me sirvo un vaso de coca cola, fumo sonriente. El hombre de negocios es hijo de los Buendía, los albañiles son primos de los Buendía, el niño de los refrescos es hijo de los Buendía, la irlandesa es hija de los Buendía. –Tenemos que detenerlo… enfócate –insiste el cacto. ¿Qué no escuchas? le respondo, los duendes me roban la boca… Ahora todo esta muy bien.