Esa mañana, mi suegro se llevó al Killer (el perro guardián de la casa, un french minitoy) a Tabasco. Se lo llevó porque la perra de mi cuñada, Tomasa, ha entrado en celo. Sí, algunos habrán alzado la ceja y la verdad es que no pude evitarlo. Sé que fue fácil, lo lamento. Sigo con la historia. Llevamos ya tiempo hablando de tener un segundo perro porque la cuenta de los años es cruel y hemos detectado las primeras señales de vejez en el Killer. Ojos que blanquean, dientes que se caen, enfermedad de los riñones que ya no le permite comer otra cosa que lo designado sin vomitar. Es el único compañero que tengo, además del cacto y el pez betta, que de verdad habla (es un decir, no estoy loco) mientras estoy en mi oficina trabajando, leyendo, escribiendo, leyendo más o que me estorba cuando juego con el wii. Digo de verdad, porque a los otros tengo que inventarles diálogos y esas proyecciones que luego escribo, tengo que explicar que son falsas, y que no existen cactos que comen gatos y niños, ni peces betta que bailan con los recuerdos de mi abuela muerta. El Killer es real, y habla conmigo.

Esa mañana, el Killer habló conmigo para despertarme. Después de ponerme la pata en la cara y luego de rascarse la oreja, me dijo–. Me extrañarás. –Alcé una ceja y giré los ojos. Toda la semana lo estuve molestando con que se iría a tener sexo con una morena y que ni se acordaría de mí. Entreví su ridícula y matutina sonrisa, la sonrisa de aquellos que tienen la certeza de que por fin, las piernas del cielo están a punto de abrírseles. No había puesto objeciones a que se fuera, después de todo… es un perro muy pequeño, demasiado pequeño. Tuve la oportunidad de ser un lamentable testigo y de verlo luchar contra la estatura de una perra, además de su fulgor canino, para copular. Le temblaban las patas sólo de ponerse de puntitas, se relamía constantemente los bigotes, se caía y volvía a intentarlo. La perra le gruñía, le lanzaba una mordida a lo que aparentemente era una pulga necia. No me pidió ayuda, y tampoco se la ofrecí. Prendí un cigarro y respetando la selección natural y sus caprichos, solamente pude aplaudirle. Su necedad era tan ejemplar como la de David contra Goliath, la de Mario contra Bowser, y la de muchos otros enanos luchones en la historia. Eventualmente logró subirse, pero… como todo hombre respetable debe saberlo, la lucha no es meterla, sino sostenerla. David aventó la piedra, pero después tuvo que ser rey. Mario mató una vez a Bowser, pero sabe que la paz es eventual y Nintendo necesita generar ganancias. Killer se agarraba como un gato con las patas delanteras, y como podía, metía fuerza en sus piernas traseras. Su movimiento de caderas no era sólo un llamado para perpetuar su especie, no señor, también era para conservar su dignidad como un ser vivo existente en esta tierra.

Sólo por eso, perdono que el resto del día, no haya salido intempestivamente para orinar después de abrir la puerta. Perdono su ladrido ausente a la hora de la comida que me decía–: Dame, sin por favor, ni gracias. Perdono que orinara frente a mi puerta y la silla donde suelo sentarme a comer, y que no esté aquí para aventarle un tenis y que se largue a la azotea por pito alegre. En la madrugada, tendré que perdonar que se acueste a un lado de mi espalda desnuda y luego se levante, para largarse lo más lejos posible de mí, apenas susurrando–. Ya me harté de ti, y de que te he visto todo el día. No tendré a nadie que me avise cuando mi mujer llega a comer, o cuando otro perro está en el jardín. No habrán ladridos que arranquen mi vista del monitor para decirme–. Levántame, o salgamos a caminar, que ya te clavaste. Lo pienso con tristeza, sí. Pienso que se avecinarán días terribles, de monotonía y de esperar que un cacto, o un betta, de verdad me respondan.

Sin embargo… cada vez que recuerde su rostro, sus bigotes relamidos y sus patas pequeñas, cerraré bien fuerte los ojos, limpiaré la basura de mis ojos y murmuraré–. Folla perrito, folla como si no hubiera mañana. Ya cuando se acabe, te esperaré en casa con la luz prendida.