Unos niños tocaron la puerta, ofreciéndome galletas para salvar el mundo. No sabían que andaba medio desnudo, a punto de bañarme, y tampoco sabían que no había suficiente dinero en mi cartera para salvar al mundo. Dejé que el perro les ladrara un poco más y después respondí: “Ahorita no”. Ni galletas, ni salvar el mundo. Estoy bastante contento como estoy, tratando de mejorar el mío… aunque no tengo que mejorarlo. Es un mundo apacible, es un mundo tranquilo, de cielo azul y muy silencioso. Hasta el cacto lo sabe. El cacto, en sus momentos de aburrimiento, juega con los gatos que en otro momento se hubiera comido.

–Mírame, nos estamos aventando la pelota –dice con una sonrisa estúpida, su agua interna resbalándole por la boca como la saliva del dormido sobre una almohada. Sus ojos se enchuecan.

De madrugada, mientras jugaba Final Fantasy IV, escuché lo que parecieron unos cohetes. Enmudecí al televisor y los escuché. ¿Eran cohetes? En casa, habría sospechado que eran los balazos de las colonias adyacentes. Hice una mueca. Sonaban como cohetes, a no ser que fuera una metralleta. ¿Cohetes a las cinco de la mañana, o seis, de un martes? Estamos en diciembre, cada día se celebra algo en las iglesias. Era posible. Le regresé el sonido al televisor. Escuché a unos niños. Cinco de la mañana, ¿qué les pasa? Mi vecino subía y bajaba escaleras. Cinco de la mañana, ¿qué te pasa? ¿Por qué estás jugando?

Le comenté a Sol en el coche que tenía tiempo sin jugar tanto, que antes tenía mucho tiempo para jugar. Recordé mi niñez, y el Nintendo después de hacer las tareas. Recordé el tiempo que podía gastar en un juego y no soltarlo hasta sacar lo último. Los retos personales de hacer cierta cantidad de puntos, así como terminarlo en cierta cantidad de tiempo. Uno de los mejores momentos de mi obsesión compulsiva con un control de Nintendo, tal vez fue en la semana santa del 97. Tenía Final Fight, estaba aburrido, me puse a jugar y sin darme cuenta, había llegado con un sólo continue al penúltimo nivel. Ese penúltimo nivel que dura una eternidad (es en serio). A un tercio de nivel lo descubrí, y me emocioné, sentí la adrenalina, estaba a punto de terminar el juego con un solo continue y me quedaban dos vidas.

Ni modo, es hora de ponerse a trabajar. La tarea del hombre adulto. Aunque aquí parece que no existen las tareas, las hay. Tareas que deben hacerse para avanzar al siguiente nivel.