Villahermosa, rodeado de pantanos y humedad, es un pozo de criaturas exóticas. En mis visitas previas, la verdad, sólo me encontré con unos moscos que me comieron los brazos enteros el día que fui a “La Venta”. Los dos días siguientes, tuve que soportar la comezón de mis brazos rojos. Sin embargo, esta vez más bichos se aparecieron, sobre todo ese que creía un mito: la cucaracha voladora, de cabeza blanca. La primera la pisé por error, en una de mis excursiones por salir a fumar al Garage. La segunda, la descubrí justo a la derecha, contra la reja que me sentaba a fumar, mientras miraba la calle vacía. Sí, la sorpresa me hizo dar dos pasos atrás. Miedo incontrolable a los bichos, y luego, como todo un aventurero, lo observé lo mejor que pude. Su cabeza era blanca. Movía las antenas descontrolada, de un lado a otro. A veces movía las patas o se giraba de lugar. Supuse que mi presencia no le era ajena y que estaba atento a cualquiera de mis ocurrencias. Me retiré unos pasos para terminarme el cigarrillo y caminé a la puerta para entrar a la casa.

La muy puta voló adelante de mí y se metió a la campana de la luz. Miré la mancha voladora con fascinación y miré como alzaba las alas, las reposaba, saltaba a otro lado de la campana, volvía a alzar las alas. Sí, era un proceso llamativo. Supongo que aquí se requiere un contexto: en la ciudad de México jamás vi una cucaracha voladora. No del tamaño cloaca. Me habían platicado de ellas. Supongo que en México no vuelan porque… la contaminación, o no lo necesitan, o ve tú a saber qué truco misterioso no las deja alzar las alas. En Villahermosa descubrí mi primera cucaracha voladora y sentí que todos los terrores, las pesadillas, podían ser reales. Claro, eso durante una fracción de segundo. Luego viene el personalísimo lavado de coco: “No mames, ya estás grande, tienes cojones ¿o eres un puto marica?, seguro la cucaracha esta más asustado de ti que tú de ella, nomás relaciona el tamaño, si está grande pero ¿qué? O sea, cabrón”.

Entré a la casa y la cucaracha se me olvidó. Así de chingonas son mis defensas psicológicas.

Otro tipo de bicho que no he tenido el placer de encontrarme en otro lugar, son unas hormigas a las que llaman lelitas. Son muy pequeñas, de café claro y patas muy extendidas. Andaban por toda la casa buscando comida. Me las encontré en el baño, en la habitación, en mi iPad, en mi maleta, en la televisión. Lo curioso de este tipo de hormigas, es que no te percatas de su presencia hasta que acercas la vista en algún lugar. El día del recalentado, metí un sandwich al horno y miré un par de lelitas extraviadas. –Ni modo moninas, este es el peligro de vivir en tierra de gigantes –me dije, olvidando todas mis enseñanzas budistas. Prendí el horno treinta segundos y las escuché tronar como palomitas de maíz. Supongo que por eso las cucarachas voladoras me persiguen cuando voy a Villahermosa. Unas por otras.

Casi el último día, fuimos a ver unas casas que están construyendo alrededor de una zona pantanosa. Aquí, me dije, aquí seguro me encuentro algo. Mi mujer señaló que una mancha en el piso era una tarántula. No olvido fácilmente cuando me platicó que las tarántulas, suelen vivir en el árbol del plátano y que si tienes uno de esos árboles, seguro hay una tarántula cerca. Vi la mancha en el piso y no reconocí nada que se le pareciera a una de esas. Más tarde, me encontré una curiosa araña gris que jamás había visto, de vientre ovoide y patas como pequeñas cuchillas. La araña estaba inquieta. Me asombró tanto encontrar una araña distintas a las negras de cloaca o a las patonas de las esquinas, que traté de tomarle una foto. No las he bajado, pero seguro ninguna de esas fotos sirve. Algún día tendré una cámara con macro para bichos, mientras tanto, debo contentarme con la memoria y el miedo.

El miedo es una cosa curiosa, también debes tenerlo de tu lado, fascinarte con lo que te asusta, observarlo, vigilarlo e investigarlo. Tal vez es la única forma de superar el miedo que le tiene a las cosas. Claro, si no le temes a nada concreto, si no a quedarte solo en la vida o que te engañe tu pareja, ¿qué te puedo yo decir? Tienes un costal de obsesiones que no sé si te sirvan de algo. No tengas miedo de tenerle fe a lo desconocido, a la imaginación, a saltar al vacío.