Nadie ha visto al balbaleón pero todos lo hemos olido alguna vez. Es el momento donde huele a quemado y después a pescado podrido. Es un olor breve, pero la memoria lo guarda y el rostro se nos arruga durante varios minutos. A veces durante una hora. El balbaleón se guarda en tus arrugas, pasa entre tus piernas cuando caminas y te toca brevemente el antebrazo. No lo miras, porque es muy rápido. Algunas personas han hablado del balbaleón… en sus diarios, en sus libros, en sus blogs, en su círculo de amigos o sus mensajes de texto. Ninguna lo ha visto y si encuentras a alguien que sí, seguramente miente.

Nadie sabe como es un balbaleón.

El balbaleón tiene una lengua bífida con la que te hace cosquillas cuando duermes. Cuando despiertas te sientes ansioso todo el día, como si las cosquillas hubieran atravesado tu carne y se enterraron en lo que llamamos espíritu. Así se divierte el balbaleón. Te observa durante la vida diaria mientras estás hecho un manojo de nervios y sonríe cuando cometes una equivocación. Por ejemplo: los celos que provocan esa ansiedad, las enfermedades que nacen de un espíritu inquieto, los cigarrillos que fumas al revés. El balbaleón se siente satisfecho cuando finalmente aceptas que este no ha sido tu día, te rindes y te vas a la cama. El balbaleón te deja descansar el tiempo dependiendo de cuanto le ofreciste cuando estuvo mirándote. No abusa, él simplemente se divierte.

El balbaleón vive en tu casa cuando no estás en ella, pero no sabe qué hacer con tanto aparato. No sabe prender una consola de videojuegos, no sabe usar un control remoto y nunca se atreve a tocar el teléfono. Tampoco sabe encender una hornilla, usar un horno de microondas o abrir un refrigerador. A veces puede abrir un libro, pero no sabe leer… solamente los hueles porque huele todas las manos que han pasado por esos libros. Duerme en tus sillones, duerme en la mesa donde comes, se instala entre los libros y los espacios vacíos de un librero. El balbaleón juega con tus mascotas, las corretea por un momento breve, les muerde los tobillos y se duerme en sus espaldas. Al balbaleón le agrada hacer ejercicio en las arrugas de un perro. Corre tan rápido en ellas que luego las deja lisas y luego se entretiene arreglándolas. El balbaleón le arranca los bigotes a un gato y los regresa a su lugar con saliva, que es tan efectiva como cualquier pegamento.

El balbaleón se aleja del baño. El olor a papel de baño le repugna y su textura lo puede enfermar de muerte. Es lamentable, porque el balbaleón adora el olor de las heces. Cuando vas al baño, el balbaleón restriega su nariz contra la puerta para aspirar ese olor que tanto disfruta. El balbaleón extraña las letrinas y las fosas sépticas. Eran tiempos mejores diría, si quisiera hablar. El balbaleón solo habla cuando vas a la cama o cuando miras la televisión. Se instala debajo del mueble donde estás sentado o acostado y empieza a rezar. Reza un padre nuestro porque le gusta como se escucha y luego reza ave marías, para evitar que el silencio lo consuma.