Tuve un cuento en la cabeza desde hace unos días y este cuento se me presentaba en forma de líneas. Obviamente pensé en twitter y después de un momento de preparación, de respiración y estiramientos, de tener el cuento en la cabeza y darle vueltas a los distintos momentos, lo escribí como un evento en vivo. El resultado lo pueden leer en “Cuento de los claveles blancos“. Hay algunas diferencias con el cuento en vivo, algunas líneas que agregué, que corregí o que no terminé de recoger. Un cuento como estos es un proceso vivo, cuyo final es complicado de definir. Es un cuento que está tallándose constantemente. En los próximos días, meses, regresaré a él para releerlo y agregar líneas, quitar palabras, fijarme en las comas y los acentos. Escribir también es un proceso artesanal.

¿Será que en vez de cuento son líneas personales, íntimas, un viaje por la consciencia? Nah, no importa, es un texto que se escribió con el afán de liberarlo, con el afán de entretener, con el afán de crear una fantasía dentro del mundo de personas que tienen la gentileza de seguirme y nada más. El proceso no me pareció novedoso, ya lo había hecho en una ocasión. En vez de utilizar una máquina de escribir o un papel y lápiz, usé el cuadro en blanco de twitter y cada idea, tenía que medir no más de 140 caracteres. El proceso es como escribir en una hoja en blanco, pero con saltos y limitantes, con el temor de que la línea temporal te trague. (¡Gánale a la línea de tiempo!) El texto —al parecer— , se convirtió en un anuncio. Incómodo y molesto para algunos (para muchos, no recibí tantas quejas pero a veces la queja es silenciosa, es discreta).

Prometo reservar estos momentos y que sean muy ocasionales.

Curiosamente me recordó esas otras vicisitudes, las de esperar tu turno antes de actuar en una obra de teatro. Sentí un cosquilleo en mi estómago como si estuviera a punto de salir a escenario a decir mis líneas. Eos me pareció gracioso, cómico y muy inspirador. Odio esa construcción: “muy inspirador”, pero es cierta. Un sentimiento genuino de nerviosismo por escribir un cuento al público. La primera vez que hice el ejercicio, recuerdo que salió mucho más espontáneo y que no sentí ese “pánico escénico”. No es lo mismo que crear un cuentito u otro juego literario breve que se contiene en el momento de su creación y que empieza y termina con un esfuerzo muy breve del lector, porque la serialización de un cuento en twitter depende de mantener al público interesado y que espere la siguiente actualización. No tengo la menor idea de cuánto logré con el cuento, sé que hubo tres o cuatro interesados por los favoritos que marcaron, por lo que retuitearon y por las menciones. También puedo darme una ligera palmada en la espalda porque no perdí seguidores como la primera vez que hice este ejercicio.

Este es un modo de creación y me parece interesante. Me parece que tiene posibilidades de explotación, de darle seguimiento, estaré pensándolo estos próximos días. Twitter no sólo sirve para lo breve, también sirve para quedarse en la cabeza del lector el tiempo que sea preciso. Son épocas muy interesantes para cualquier creador de historias. Los creadores que todavía no nacen, ya no están pensando en el papel, si no en todas las posibilidades y todos los medios que tienen para desarrollar una historia, un juego, crear un universo para entretener a cientos, miles o millones de personas.

Los libros en papel no me desagradan. Me gusta el olor de un libro en papel, también me gusta la textura de las hojas y olerlos cuando la encuadernación es de piel, pero que no sea una excusa para no leer un libro. Hace días, de distintas bocas con distintas circunstancias, escucho la misma cantaleta—. Es que me gusta el olor de un libro, me gusta sentir sus hojas de papel, me gusta sostenerlo entre mis manos y leerlo a la luz de las velas —No puede ser. El libro como objeto de un fetiche puede ser excitante, lo puedo tolerar, pero que eso no impida explorar otros formatos. Hay gente que lee novelas en su celular, señores, novelas completas. No puede ser que uno niegue el contenido de un libro sólo por la forma en que está presentado. ¿No se entiende cómo nos están agarrando del cogote porque no estamos leyendo? Además, la lectura no es suficiente, tomar el libro y leerlo no es una solución mágica para la idiotez y los infortunios. Después de la lectura tiene que haber una exploración crítica o una reflexión acerca del documento que acabamos de explorar. ¿Y negamos todo este conocimiento por la textura de los árboles muertos, por el olor a la tinta impresa, por el sonido de como truenan las páginas debajo de los dedos?

Puras excusas, diría mi abuelita con la sobriedad que le caracterizaba, para hacer pendejadas.

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