• La fotografía de Onetti, en la portada de sus “Cuentos Completos”, parece que me observa mientras enciendo un cigarrillo. Está sentado, mirando a la cámara. Una de sus manos agarra con firmeza uno de los respaldos como si hubieran interrumpido una acción de huir o de abandono al llamarlo con su nombre. Pienso que espera un momento. Espera que el fotógrafo termine con la tortura: Onetti escribía por el placer de escribir. No era una persona que buscara afanosamente la trayectoria de las cámaras para, al día siguiente, comprar el periódico y mirar detalladamente el resultado… la nueva imagen que proyectaba al mundo.

  • Me parece que la capacidad fotográfica de Onetti se ve representada en los retratos de sus personajes en Santa María. Un compendio de gestos sutiles que le dan veracidad a una persona que no existe. Fotografías de tristes mujeres sensuales y de héroes inútiles. Personajes que buscaban historias entre el espeso humo de sus cigarrillos para matar el tedio. Personajes que soñaban con historias, posibilidades o suposiciones. También soñaban con momentos absurdos y el silencio que nunca dijeron que podría carcomerlos durante toda su vida. Pienso que Onetti no quería que lo descubrieran, y por eso su mano está en el respaldo de esa silla, preparada para empujarlo a la salida más cercana y olvidarse de que alguien lo esté llamando.

  • Un niño está mirando los cuadros surrealistas que pinta su padre. Una criatura que asemeja un árbol, y también un rostro humano, está llorando mientras observa otros árboles ¿Es un hombre árbol? ¿Por qué hay sillas tiradas alrededor? Dos céfiros dormidos, uno claro y otro oscuro, están siendo arrastrados por el viento ¿Cómo? ¿Acaso cuando duermen los dioses de aire se dejan arrastrar por lo que se supone es el producto de su divinidad? Varios hombres hacen fila en una habitación de dos ventanas, las cortinas son empujadas como velas por el aire y al final del pasillo, en contraluz, se ve la silueta de otro hombre crucificado ¿O será un crucifijo? Un caballo blanco y largo espera en el centro de un jardín. ¿Será un unicornio que espera las manos de una virgen? Una gran cantidad de paraguas rinden homenaje a un cadáver… ¿Cómo se resiste la lluvia mientras contemplamos un cuerpo que pronto será parte de la tierra?

  • El niño observa como su padre construye estos personajes. El niño piensa en esos escenarios y le susurra discretamente a su padre que quisiera ser pintor como él. Michael Ende abandonaría la escuela de pintura porque eventualmente entiende que para encontrar las respuestas a las imágenes de su padre necesita seguir otro camino. Dedica palabras a las pinturas de su padre, Edgar Ende, para explicarse lo que significaban esas imágenes que le provocaban emociones inexplicables. Uno de sus cuentos nos platica de un niño que no puede olvidar una pintura que admiró alguna vez y cómo cuando crece, dedica su vida entera para buscarla. No es hasta que este hombre se convierte en parte del cuadro que encuentra descanso.

  • Escucharía en una plática de lo más casual que Fernando del Paso se enoja cuando escribe y prefiere la pintura como una pausa para relajarse. ¿Será? Quién sabe cuánto caso hay que hacerle a las pláticas casuales… pero luego ahí se quedan como una tintura de verdad o de posibilidad. En un descuido, relees los textos del autor con esas pláticas casuales como un lente y crees que lees a un Fernando del Paso que está con el ceño fruncido y la mano temblorosa.

  • Unos días después, como una coincidencia agradable, paseaba por la Biblioteca Central de la UNAM y me topé un libro con las pinturas de Fernando del Paso. Admiraba pacientemente esferas y cuadros de caminos imposibles. Había terminado de leer “Palinuro de México”. Encontrarme con otro lado de Fernando del Paso me provocaba imaginar cuántas conexiones podría haber entre una y otra disciplina. Del Paso no sólo estaba contento con las palabras y buscaba curarse de ellas con trazos precisos de caminos eternos. Cuando las palabras no bastan.

  • Leer no sólo está en las palabras del escritor. Leer también está en lo que sabemos de ese escritor. Leer el aparente mensaje que nos deja un escritor es el mensaje que deseamos encontrar para nosotros. Leer es un choque de varias disciplinas: las del escritor y las del lector. Leer es un acto de dos experiencias pero es la experiencia del lector la que se verá íntimamente modificada por las palabras del otro, mientras que el escritor posiblemente sigue buscando las respuestas a sus inquietudes.

Publicado originalmente en guardagujas.