El país siente pasos en la azotea, como hace doce años, cuando por primera vez el partido que gobernó durante más de 70 años tuvo que ceder la presidencia. Al menos de nombre. Recuerdo la ansiedad de entonces: Mi familia estaba pegada a los periódicos, a los televisores, hablaban de las encuestas. Aparentemente era un shock cultural que ganara otro partido que no fuera el PRI. Recuerdo también, cuando era niño, y la propaganda de Salinas de Gortari estaba por doquier, que era gracioso votar por otro. A la gente le parecía una broma la pregunta: ¿Usted por quién va a votar? Por el mismo de siempre, ¿qué, hay otro?

La ansiedad de hace doce años es muy parecida a la de hoy, sólo que esta tiene eco, tiene una resonancia cibernética que cimbra a mucha gente y la invita, la empuja, la obliga a participar. He visto como este discurso digital atraviesa los muros de Facebook y las cronologías de Twitter para llegar a la gente que no los usa como un recurso habitual. Hoy sorprendí a los pepenadores hablando del voto razonado de algunos periodistas y ¿cuántos votos razonados no hemos leído en estos últimos días? ¿Cuántas conversaciones, incluso inesperadas, no hemos tenido acerca del tema político, de por quién vamos a votar, de por nuestras razones y luego el convencimiento en caso de la digresión?

Estos últimos días sopesé la idea, sí, también, de escribir acerca de mi voto y por qué. No lo haré. El voto es secreto según reza la leyenda. Ese es mi derecho. Después de ver como el tema político ha construido monstruos retóricos y discusiones de variantes infinitas, prefiero no participar con un escudo, un abanderado, un profeta o un perro. Algunas veces me daba risa, otras veces me daba vergüenza, imaginando a la gente en sus discusiones como perros intolerantes que muerden los tobillos y no ceden. Al menos me evité las mordidas y quizás, me evito unas cuantas más. Me guardo por quien voto y haré lo que siempre he hecho, observar y callar, pero con una decisión tomada. Aún cuando la propaganda política inunda el ruido, los papelitos llenan las calles y los tuits llenan cronologías con uno u otro nombre, guardo mi voto para bien tempranito el primero de Julio.

Lo único que quisiera insistir y en esto he sido consistente, es que se levanten a rayar esa boleta. Hagan lo que quieran con ella: Elijan a su presidente, anulen su voto o dibujen algún garabato, pero preséntense y participen. Por favor, no se abstengan. Antes teníamos una dictadura aparentemente democrática. Hoy tenemos una democracia que apenas está funcionando y necesita que sus ciudadanos la sigan alimentando. No solamente los políticos son dinosaurios tropezándose en la oscuridad, también nosotros, los ciudadanos, apenas estamos descubriendo como funciona esto y como evitarnos las trampas, los embustes, las viejas cantaletas de siempre que hipnotizan y duermen. Somos un país que apenas aprende un baile y que no debe rendirse.

Los dinosaurios no lo han descubierto, pero andan a oscuras en una casa llena de trampas y nosotros, los ciudadanos, somos quienes los espantan con los pasos en la azotea. No cejemos, gane quien gane, sigamos buscando esa ventaja, sigamos quejándonos, sigamos adaptando el juego político para que todos ganemos algo.