Fragmento del Diario de Carlos Böhrs: “Escaneé un paper que argumenta lo siguiente: Si el ser humano es capaz de crear una simulación, entonces, el ser humano definitivamente tiene una alta probabilidad de ser una simulación. Es decir, como yo lo imagino, mientras estoy jugando un juego de simulación, como Los Sims, o como el de la empresa de videojuegos, o cualquier otro, puede haber una especie de ente, es fácil pensar en Dios, que está en otro nivel de la realidad, un plano de existencia fuera del nuestro, y en ese nivel de realidad él empuja nuestras acciones, las pone en una cuota de acciones a seguir. Somos un juego para ese personaje, un conjunto de datos que guarda en una USB. ¿Qué clase de juego seremos? ¿La simulación de un mundo, o de un universo entero? ¿Seremos una pestaña dentro del juego, la humanidad está a la par de la naturaleza y los desastres naturalez? ¿Si da click sobre uno de nosotros, puede encontrarse con un informe detallado de nuestra historia, nuestras interacciones y una medición numérica de nuestros atributos? Lo más fascinante: ¿Se abre una serie de comandos con el que este personaje podría cambiarnos, fundamentalmente, en lo que creemos son nuestros principios inviolables? También me angustian otras cosas, por ejemplo: el tiempo. Si yo, ser humano, me harto de jugar una simulación en mi iPhone, y lo apago, entonces la simulación es pausada, los personajes o los eventos se convierten en un glacial estático, condenados hasta la próxima intervención o la corrupción de datos. Una intervención que podría tardar años en ocurrir. Así como pasa con los libros cuando uno los cierra y se pregunta si los personajes hacen algo allá adentro, si la cosa sigue, si el viejito que lee en nuestra cabeza espera con el rostro en una mano y refunfuña con ganas de seguir leyendo. Este ser, este Dios, este personaje en una jerarquía indudablemente más arriba de nosotros, ¿cómo percibirá el tiempo? Debe tener la edad de todos los hombres, y no sólo de los hombres, de los animales y de las cosas, la edad del primer átomo. Para él, sin bromear, somos menos que un parpadeo, menos que el pulso, una distracción monumental que en cualquier momento, puede decidir apagar para hacer otra cosa, o quizás decida que ya recabó los suficientes datos para recibir su bonificación, su posgrado, un rango más arriba. Si ese ser puede simularnos, ¿se imaginan al que puede simularlo a él? Mejor reírse pensando que somos el universo, dentro del macrouniverso, dentro del omniuniverso, la matroshka más pequeña o si tenemos suerte, la matroshka de en medio. ¿Y qué tal que nosotros somos el resultado de poner el teléfono en modo suspendido y por eso se nos permite la ilusión de que podemos soñar, ser alguien en la vida, estudiar, compartir una vida con amigos, amantes, perros, juguetes que simulan la simulación? Qué simple, qué generoso, qué horrible: La vida es sueño”.