Publicado originalmente en Guardagujas. 

Zaid dio al blanco conmigo cuando dijo que una biblioteca personal era un proyecto de lectura. A veces me pregunto qué pasará cuando se me acaben los libros, otras veces me pregunto si necesito leer más, si no me basta con todo lo que ya leí y la tercera y última pregunta, la que tiene cierto aderezo a definitivo insoportable: ¿por qué sigo leyendo? ¿A quién le debo?

Leer es una obsesión, es un oficio que le da sentido a mi vida. Si no leo entonces habré perdido algo: un pedazo de mi alma o la fe en la imaginación, en la ficción, en la gente. Supongo que dejar de leer es como retirarse, admitirse anciano, incapacitado para comprender historias nuevas, o mejor dicho, los nuevos modos de contar historias viejas. Leer es aprender el mundo silencioso, el mundo de los millones de mudos en el metro que reservan sus imágenes, sus canciones, sus historias donde son los héroes y los villanos. Leer es creación y recreación.

Ayer hice una lista con los libros que todavía no he leído y con aquellos que me gustaría releer próximamente. La lista consiste puramente de libros físicos, esos que están en mi biblioteca personal o mi biblioteca casera. No incluí los libros electrónicos que he bajado de la gutenberg, o de algún subversivo de Facebook. El sabor de esos libros binarios todavía a mi imaginación. Quizás es un poco perverso: puedo verme en mi sillón preferido, leyéndolos en el futuro, deleitándome como niño sin control de impulsos.

Junté un total de 810 libros. Los demasiados libros, diría Zaid otra vez.

En los días del libro y de la rosa, el cual sucedió la semana pasada, suelo recordar con profundo cariño un libro con el que me gustaría reencontrarme pronto. En esta casa, de tanto cariño que le tenemos, hay cuatro ediciones de distintas épocas, editoriales y portadas. El capítulo final (o uno de los últimos) de Palinuro de México tiene una extensa colección de nombres y de rosas. Fernando del Paso comprimió el universo, la creación y la humanidad entrelazando a los héroes y las espinas, las esperanzas y los pétalos. Fernando del Paso escribió todas las bibliotecas del mundo.

El último capítulo es el hombre solo frente a la multitud de libros y de nombres y de hechos. La luz oculta entre las páginas alargan la sombra del lector, revelan un camino imaginario de lecturas que todavía no hizo y que quizás nunca hará. Quizás yo tenga la fortuna de morir con las aventuras de Palinuro y Estefanía pero hoy me angustia que todos los otros personajes se queden mudos, que su aventura se acabe, que no haya más ocasión de contarla. Leer, los lectores lo sabemos bien, no sólo es el gozo y la melancolía, también es la perdición y la angustia. Es un camino interminable.