Extraño, como otros mil extrañan, escribir en mi blog. Hay muchas razones porque he dejado de escribir uno. Desde que me despedí en el árbol 2:17, abandoné la narración cotidiana de los días y se la cedí a una de las voces de mi cabeza. A veces cuando me baño, esa otra voz cree que narro una película y cuenta los círculos que hago para enjabonar un brazo, y luego el otro. Me miro al espejo y escucho, con claridad: “Agustín se mira al espejo”, y sólo por no dejar, miro hacia los perros para confirmar que no hablaron ellos.

En lo personal, no tengo mucho de qué hablar porque, después de todo, tengo a mi alrededor a la gente que quiero. Eso me hace pensar si los primeros años de mi blog no fueron condicionados por una profunda melancolía, por el extrañamiento de los ausentes. Es engañoso el tiempo, ¿no es cierto? Porque después de todos estos días, de los vivos y los muertos, todo parece mejor. Pienso en los niños que ya crecieron y pronto se irán lejos. También pienso en los que ya se hicieron viejos y necean, condenados, a una repetición de sus padres y los sueños rotos. Ahora, quizás, vivo mejor y como extraño menos, mis observaciones de lo rutinario son más comunes y no quiero explotarlas tanto como ciertos escenarios pasados. La gente feliz, o en un estado de visible comodidad, no puede despotricar sus desgracias, aunque…

Pero hablaba de mi rutina: estos días, me dedico a trabajos de edición y otras son revisiones propias. No sé si recuerden, hace muchos años, que escribí una novela breve y seriada en mi primer blog: “La historia de Ayer”. La rescaté para darle una extensa revisada y publicarla, como todo lo que escribí en mi blog, en Kindle. Quizás debería explicar por qué (siempre alguien pregunta: ¿por qué internet? y entonces necesito tomar aire, armarme de paciencia y decir alguna tontería como): todo lo escrito en el blog prefiero publicarlo por ahí. Siento que es lo mejor, es lo correcto. Mi esposa leyó el segundo borrador de la novela y la odió, así que supongo la revisión debe ser enorme. También traduzco y si tengo suerte, pronto sabrán de ese libro. Hace tiempo recibí una invitación para hablar de literatura poblana en Acapulco, así que la próxima semana estaré por allá. Acompañaré a José Luis Zarate y Luis Enrique Castellanos.

Al parecer, aunque momentánea e intermitente, tengo una vida como escritor. Eso todavía, de algún modo, me sorprende.

He encontrado dos consuelos: uno, como siempre, son mis libros los cuales son numerosos y aparentemente interminables. Actualmente leo tres libros pero los leo despacio porque dos de ellos son difíciles y espesos: Porque parece mentira la verdad nunca se sabe de Daniel Sada y Moby Dick de Herman Melville. Por eso, cuando puedo, los engaño con algún tercer libro indeterminado, usualmente más sencillo, que mantiene la ilusión de que mi ritmo de lectura es saludable. El tercer libro que acompaña a estos dos: una compilación de las narraciones cortas de Skyrim.

El otro consuelo son los videojuegos y como un pasatiempo he comenzado a grabar lo que juego para después editarlo y dar una reseña en mi canal de YouTube. Escribo una reseña, leo lo que escribí y me tranquiliza sobremanera hablar sobre esos mundos binarios, inexistentes e interactivos, como si ellos suplieran la carencia de drama y tristeza de mis primeras vidas. Siento que trabajo cuando escribo todo lo demás (cuentos, columnas, revisión de libros) y después revivo con el solaz de una hora de juego, y analizo mientras manipulo a un personaje en pasillos tridimensionales para transformar esa experiencia en algo legible. Entonces prendo la cámara, trato de recordar otra de mis vidas pasadas (no pajarees, habla lento, habla claro) y algunos días funciona, doy una reseña decente, edito para mejorarla, pero otros días digo pura pendejada y no importa cuánto lo edite, así quedó.

Sí, pues, bienvenido a YouTube, el paraíso de los no-arrepentidos.

Pensé, bueno, como escritor que jamás tendría un canal de esos pero me rendí. Después de todo, me gustan las redes sociales, me gusta estudiarlas y usarlas. A veces miro de reojo este blog y me da un poco de vergüenza, he publicado más de videojuegos que de otras cosas (y no he terminado de rescatar el material del blog anterior pero, curiosamente, siento que me sobra el tiempo y que eso puede quedarse atrás), pero pienso que hay mejores escritores de otras cosas y la abundancia de manos que aporrean el teclado y habla sobre otras manos, llegará a un límite curioso donde no tengo ni idea de qué demonios pasará. Vivimos una edad de caprichos, de gurús tecnocráticos y espirituales, new age procesado que provoca cáncer metafísico y realizadores de ficción. A pesar del colmo, de la exageración y de lo trivial, habría que tomarse un momento para respirar y sonreír: vivimos épocas donde todo, absolutamente todo, es posible. No hay modo de negar lo anterior y aunque eso puede ser terrible, también tiene su matiz de belleza.

Y como todo es posible, escribiré más a menudo de Cholula, la rutinaria.
Lo prometo.