Quizás, después de mucho tiempo y en la soledad de estas fechas (Sol se ha ido a Villahermosa, sólo tengo a mis perros y mis vecinos con su woofer y las tecnocumbias peruanas que se les ocurren) he llegado a la realización de que no puedo ser un esclavo de mis cosas. Si quiero seguir escribiendo debo abandonar (¿pero qué? Bueno, hay tanto y es tan amplio como la memoria, el pasado, los juguetes, las deudas bancarias y las minifaldas de las estudiantes). Escribir ocupa las dos manos.