1. Si vas a revivir un juego de PC del 2002 que tiene unas mecánicas ridículamente sencillas, convendría más que lo rehagas en un motor actualizado. Piensa en las nuevas generaciones: al menos hazlo widescreen y asegúrate de que los controles sirvan (no hay pc que no pueda conectar un control de xbox o de ps4 hoy en día). Está bien que tu juego sea casualón, está bien que no esté pensando en apantallar a las masas pero no mames, si tu juego no tiene un mínimo en su estándar de calidad, no insistas que lo juguemos en un puto cuadrito.

  2. Worms intenta aprovechar lo que se llama el brand loyalty para tratar de jalar a los viejos fanáticos y que sigan manteniendo un nombre a través de sus impulsos de nostalgia. SNK y SEGA hacen eso de manera excelente (y la mayor parte de las veces, entregan juegos funcionales cuando lo hacen). Pero Team 17 y Worms no son lo mismo que Sega y Sonic. Aunque los gusanos eran simpáticos hace muchos, muchos años, no tienen el presupuesto para generar un potencial de nostalgia. Así que no mamen: por lo menos que su juego tenga un puto estándar de calidad para generar nuevos fanáticos.

  3. Este juego simboliza toda la mediocridad de los clones mal hechos en el dos mil, cuando todo se trataba de trasladar los 16 bits al CD y los modelos tridimensionales. Este juego es un templo a la ruina. En un mundo ideal, nunca debió existir y por la insistencia de no dejarlo morir, al menos debieron revivirlo, darle nueva vida, un nuevo comienzo. Pero no lo hicieron, le pusieron un símbolo de dinero y lo dejaron a su suerte, dispuesto a seguir vagando como alma en pena que a nadie le interesa. No lo compres ni en bundle.

Worms Blast: Reseña