• Siempre me han gustado las novelas visuales porque he tenido la suerte de jugar unas buenazas. Ya sea que tratan unos temas oscuros o de ciencia ficción, o son las clásicas del muchacho que busca una muchacha pero tiene sus matices de humor negro, nihilismo o perversión. He jugado buenas novelas visuales en el Nintendo DS y en mi PC. Lo que me asombra del género, es como a través de mecánicas sencillas, literatura interactiva y harta creatividad, puedes jalar a un usuario que está acostumbrado a controlar el mundo al otro lado: se convierte en lector de una historia y aunque escoger el destino en uno de esos juegos es sólo una ilusión, esto puede ser muy agradable.

  • No es un accidente que muchos desarrolladores indies escojan este género para iniciarse en el mundo de los videojuegos: su sencillez es engañosa, es fácil creer que todo mundo puede hacerlo… pero entonces lo intentas y descubres el enorme trabajo que hay detrás de escribir una historia con vertientes, diseños y promesas.

  • Por eso Flower Shop se tambalea. Tiene una narrativa bien estructurada, cuidadosa, pero por lo mismo no puede escaparse de los convencionalismos del género cursilón. No encontré fallas visibles en la ortografía ni en el desarrollo, pero tampoco encontré una premisa interesante. Del mismo modo, la calidad en el diseño de los personajes no tiene estabilidad: las muchachas, cuyo destino es convertirse en el objeto romántico del jugador, están bien diseñadas pero los personajes de soporte flaquean, no son muy interesantes y pudieron ser reemplazados por alguna foto, alguna piedra, algún pixel de más.

  • Lo que me lleva al personaje principal, Steve, quien no parece un tipo normal, sino un tipo sacado de la imaginación febril de gente que ha visto demasiado anime o ha leído demasiado manga. Eso pasa porque los desarrolladores están demasiado involucrados dentro de esa cultura pero no se han tomado un momento para respirar, para apreciar otros matices, y eso denota la falta de madurez en este trabajo. Madurez que, bueno, puede ser malinterpretada como un capricho de estilo. Steve parece un muñeco imposible: el peinado, las reacciones, su personalidad explosiva y poco congruente. En lo personal, me costó mucho trabajo identificarme con él pero también, a la larga, entendí que hay un truco narrativo por ahí. Si el truco fue intencional, no puedo menospreciarlo, sino al contrario: lo admiro.

  • En Flower Shop, además de enamorar muchachas, también juegas al campesino. El minijuego es medio pobretón, no le encontré mucho sentido y sólo alarga el tiempo de juego. Parece más una obligación que una mecánica para proponer algo interesante, algo de complejidad en un juego ya sencillísimo. Los días del verano se dividen entre ser un campesino y el tiempo libre, el cuál puedes ganar si enamoras al tío (?) y hacer esto te da más tiempo para perseguir a la morra de tus sueños. Paradójicamente, pasar el tiempo con una muchacha sube tus habilidades para enamorar a otra (una suerte de reflejo y contrarreflejo). Eso me pareció interesante: visitar a la bibliotecaria, por ejemplo, aumenta tu cultura y la cultura sirve para enamorar a la maldita hippie. Hay una metáfora sencilla pero también hermosa en ese proceso.

  • La música no es intrusiva, me atrevería a decir, incluso, que es olvidable. Sin embargo los sonidos de fondo para cultivar el jardín son relajantes. Me he descubierto reescuchándolos en el video, tal cual si estuviera sembrando rabanitos en mi jardincito de Cholula. Ay.