El título de la columna es porque me duelen los pies. Así culminan, en el punto más álgido, siglos de estudio en talleres literarios cuyos inicios se vienen cuchicheando desde la prehistoria: “Habla de lo que sabes”. (Qué trampa, cómo vas a descubrir algo si sólo estás acariciando la misma cosa, pero bueno). Yo reconozco mi dolor de pies; he corrido mucho y los fines de semana, medio borracho y andariego y feliz, he caminado más. Me he detenido a fumar cigarrillos para recuperar el aire y, afortunadamente, el fuego y la nicotina no entienden de ironías. Mi chiste de una vida sana ha provocado calambres nocturnos, calambres tan intensos que despiertan a gente mamona conocida por célebres palabras como: “yo nunca he derramado una lágrima”. Claro que no, robot. Saco de huesos de Caridad Bravo Adams. Llorarás cuando pierdas el amor verdadero. Pero antes de eso… bueno, habría preguntarse por qué caminamos tanto.

México es un país de caminatas o, un poquito más cursi, de caminantes. Incluso en las ciudades de diseño automovilista y cruel, de callejones y alcantarillas, de acantilados y casas de latón, despierta el instinto: si no ves a los caminantes, intuyes los caminos e ilusionado crees que puedes percibir la respuesta a un laberinto sin tocar sus muros. Cuando sales de la ciudad, miras los amplios espacios cubiertos de pasto, de arena o de flores y piensas: “por aquí puedo caminar”. Laberinto de adentro hacia afuera. Dos o tres pasos, un inicio cansino pero esperanzador, y cuando te pierdes a la vista de los mirones es en búsqueda de un destino. El país de los caminantes, sí, empiezas en el desierto y terminas en el otro lado. Cuántas muchachas han salido a dar una caminata para ya no regresar.

Qué fácil es caminar en la vida pixelada. Pienso en los videojuegos de mundo abierto; el cuerpo desparramado sobre una silla, una manita en el joystick y frente a ti, una ventana al mundo en 4K Ultra HD (¿recuerdan aquel cuento de ciencia ficción donde un hombre abre una ventana a otro mundo, uno de caníbales?). Suavecito, palanca hacia adelante, y se descubre un mundo trabajado por decenas, cientos, miles de seres humanos. Filosofía cuántica: ¿somos un mundo trabajado por decenas, cientos, miles de metahumanos? Regreso al mundo pixelado: ¿Caminar es caminar es caminar? ¿Podemos hablar de los llanos de un mundo imaginario como los recuerdos de aquellas vacaciones en la arena? Los pies se hunden sobre la arena, hay un sonido, pero quién dicta la realidad del tacto. Dirán los padres y las caricaturas ludópatas: si crees lo suficiente en ello puede hacerse realidad. Cada vez es más fácil aceptar la disociación con la realidad porque caminamos y, un ojo al gato y otro en la pantalla, deformamos el recuerdo y escogemos lo piadoso, aquello que nos permitirá seguir con vida.

Caminar en un libro. El personaje inicia un viaje y tú, si tienes suerte, abandonas el cuerpo para soñarte el dolor de pies de una ficción. No sólo somos una simulación o un holograma, pero, hasta cierto punto, criaturas de papel. Una hoja de dos dimensiones guarda secretos profundos. Los dedos queman calorías, recorren el kilometraje sobre un papel delgado. La imaginación humana, el mundo en un espacio breve. Los metahumanos también somos nosotros.

Las caminatas en cualquier mundo, pero sobre todo en un libro, son más satisfactorias entre más accidentadas sean. Los caminos fáciles no aburren a las piernas pero juegan trucos en la cabeza: sólo tengo que ir derecho, sólo tengo que ir derecho ¿y qué pasa si no encuentras un obstáculo que rodear? ¿O un edificio al cual reconocerle las esquinas? La línea recta es la representación del infinito. Peor que empujar la piedra, Sísifo, porque si dejas caer la piedra, al menos, así puedes descansar una o dos vidas. Un libro, vaya, con tantos signos de puntuación y sus vueltas súbitas, y los caminos inventados, puede ser el mundo que siempre nos estuvo esperando. La hiperrealidad de otros medios, creo, no puede superar la realidad subjetiva de un lector empedernido.

Estadística: ¿cuántas muertes empiezan con un dolor de los pies?

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Publicado originalmente en LJA.