Freitag: la historia de Freitag está contenida en dos lugares, su propio videojuego y un libro dentro de otro videojuego. En el segundo, se trata de un breve poema infantil que narra la aventura de cómo Gertan degolló a un dragón llamado Viernes. Años después de aquella aventura, impresionado por aquel dragón, seguí rayando y reescribiendo la historia de Freitag en mis cuadernos. Se convirtió, eventualmente, en un dragón amable y sus historias trataban de la redención de una bestia taimada. Casi treinta años después, desmenuzando este pequeño recuerdo, me doy cuenta que Freitag se convirtió en uno de mis primeros compañeros imaginarios y que, de no haber sido por él y por decenas de libros más y sus personajes, me habría sentido derrotado por las mudanzas, el cáncer, el suicidio, la muerte. Los dragones no sólo son cenizas, pero también son oro y resurrección.

Smerg: el nombre de este dragón parece un escupitazo de fuego. En La historia interminable, el profeta BBB inventa un dragón para un héroe fortachón y odiseamente ordinario que frente a dios palabras, termina siendo incapaz e insuficiente. El areté no basta cuando necesitas un propósito. BBB construye a Smaug y lo transmigra a su realidad; más que un dragón parece una quimera, un accidente de palabras y biología: patas de saltamontes, tres cabezas, no se sabe si es un reptil o un león, manitas de bebé, etcétera. BBB inventa este pedazo de mundo con la intención de hacerlo siniestro, exagerado y difícil porque odia al héroe banal que necesita la tarea de exterminar al dragón. Fújur, el dragón de la suerte, no puede evitar un comentario dolido; sabe que su amigo inventó a ese dragón horrible para que pudieran matarlo, pero qué tamaño de irresponsabilidad en una imaginación exacerbada. Todos los dragones son primos y que uno deba morir para darle una historia a un héroe incompetente es una pequeña y quizás innecesaria tragedia.

Smaug: todos los dragones son el mismo dragón y un dragón son todos los dragones. Smaug es la síntesis.

Seath: el descamado es una invención para Dark Souls. Los dragones eran las únicas criaturas inmortales gracias a sus escamas. Seath, envidioso de sus hermanos, los traiciona y da a los cinco semidioses el secreto para robarse su fuego. Seath es una de las batallas más esperadas en Dark Souls: vas a matar un dragón y no a cualquiera, pero uno de los nuevos dioses del mundo. Sin embargo, cuando llegas a su sala por primera vez, no hay manera de golpearlo y te mata a los poco segundos. La superioridad de la bestia es incuestionable, pero no sólo por su naturaleza de fuego, sino por el código. No hay manera de alcanzarlo en ese momento. Después de la primera derrota, despiertas en una vasta y envidiable biblioteca donde eventualmente encontrarás el secreto para eliminar a Seath. Si algo temen los dragones son los libros y sus secretos. Cuando lo enfrentas por segunda vez, la batalla en sí misma es un poco decepcionante: el dragón no usa fuego, pero maldiciones, y siempre está golpeando con sus patas y sus alas el piso, como si estuviera haciendo un berrinche. Se aprende una lección: incluso los dragones binarios son astutos. Nunca hacen lo que San Jorge quiere.

Rintrah: no son el mismo personaje pero me gusta pensar que sí. William Blake ilustra al Gran Dragón Rojo para el libro del Apocalipsis. Rintrah es un avatar para la justa ira de los profetas. Podríamos decir, con cierta cautela, que Bastian Baltasar Bux se convierte en Rintrah cuando inventa un dragón rojo para Hynreck, el héroe. Freitag, en el juego de Ultima, también es un dragón de existencia dudosa hasta que aparece el héroe que lo asesinó y cuenta su historia. Los dragones existen en el instante que alguien verbaliza su historia, su fuego y su ira. Invocar el nombre de un dragón es traerlo a nuestro mundo. El Gran Dragón Rojo devora al hijo recién parido de la Mujer de Sol. Blake lo graba con el cuerpo de un hombre, la cola y las alas de un lagarto y siete cabezas de hombres risueños y crueles. No es Rintrah, pero Rintrah y su ira profetizan que el dragón hará caer una tercera parte de las estrellas para acabar con la tierra. Juan escribe una carta de dragones, bestias, mujeres de sol y rameras para dar paz a sus hermanos. Sus palabras son el oro del consuelo, tesoro que guardaba y en la esclavitud no tiene otro remedio que compartirlo. Juan el Evangelista es el dragón primigenio y su fuego aún incendia las praderas de los últimos días.