Miami, 1989, y dos gotas de sangre en los parajes neón

Hotline Miami

Hotline Miami es un juego mirado desde arriba, hartísimo violento y de acción constante. Algunas veces puedes esconderte y evadir a los villanos, pero lo mejor es patear culos y matar a las hordas de maleantes y policías corruptos. El personaje principal es una especie de dios asesino, muy similar a cuando Ryan Gosling pierde la calma en Drive (la música y la estética me hacen imposibles separar a estos dos productos, quizás por este revival tan intenso y romántico de los ochenta). Además de ultraviolento es un juego difícil, que requiere memorización, estrategia y reflejos.

La narrativa de Hotline Miami está bien hecha, es sólida dentro de los elementos de confusión y delirio que manejan. Hotline Miami quiere confundir al jugador a través del manejo de la realidad presentada dentro de su mundo reducido y cuadrado, reducido a los planos de los departamentos y las oficinas. No hay bonitas estructuras tridimensionales o texturas de alta resolución pero eso no importa. Los personajes más enigmáticos usan máscaras de algún tipo, sobre todo de animales, como si fuesen signos zodiacales o espíritus guardianes. Nuestro antihéroe utiliza las máscaras no sólo para esconder su identidad, sino porque en esta versión alternativa de Miami, 1989, tienen un punto práctico: cada máscara proporciona una habilidad que puede ser valiosa en el escenario que estás jugando o que puede complementar el estilo de matanza preferido del jugador.

La acción de Hotline Miami, aunque difícil e injusta, es adictiva; aprendes a tener paciencia y medir los mejores momentos para matar a un enemigo y comprendes rápidamente que en muchos momentos dependes del recorrido azaroso de los enemigos más brutos. Memorizar no es la única alternativa, algunas veces tienes que asomarte y ver más allá el recorrido de algún guardia; arriesgas constantemente el cuello. También corres el riesgo de que se rompan una serie de eventos que ya tenías bien medidos cuando interviene un doberman o algún boxeador. Morir, matar y morir, morir.

Una vez que aprendes a manejar los combos y usas la variedad para limpiar los escenarios, el juego es muy satisfactorio: lanzas un arma, disparas otra, golpeas a un tipo con la puerta y lo sometes para sacarlo de la jugada, y todo va con el ritmo de los sintetizadores.

El diseño no es muy bonito, pero es a propósito, es algo sucio (y parece intencionalmente hecho así, sucio y retro, como juego de aventuras de los 70-80). La música es maravillosa y se integra perfectamente con los efectos visuales, estridentes y de colores chillantes, de Hotline Miami. El juego lo compré en un Humble Bundle de hace algunos años y cuando escuché la música, crucé los dedos para ver si estaba incluida en el paquete. Lamentablemente no, pero la compré en alguna venta de invierno.

En Hotline Miami parece que estás en ácidos pero no es tan molesto como uno imaginaría, tiene su balance y los desarrolladores consiguieron explotar un sentimiento de aventura, peligro y nostalgia por un 1989 (ah, muchachos obsesivos), como una buena película de acción de los ochenta (quizás pienso en Black Rain). Tiene suficientes capítulos y retos para hacer que el juego valga la pena. Entre más puntos acumules, más armas y máscaras abres y tienes disponibles para añadir a la variedad de la acción, la estrategia y la muerte. La historia está fregona, tiene sus altibajos psicológicos, y añadieron un elemento bien interesante de ciencia ficción si progresas al epílogo.

Un excelente juego, Hotline Miami es una gran combinación de violencia, acción y diseño. Difícil e injusto, pero satisfactorio. La música está bien chida y la narrativa está padre.

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