7 de enero. Día de los corazones divididos: el amor, aquella bestia de múltiples caras, juega sus trucos con la gente y adoptamos suavemente el papel de esclavos apasionados. Un día cualquiera, algún sujeto no puede abandonar al amor de su vida (taquicardia cuando él se aleja, la negación a la realidad persistente, qué confusos se ven los números del trabajo), otro día sufren una infatuación severa con una lámpara que compraron en Walmart (si ella pudiera encenderla como yo, se sentiría como en casa). Los trucos y engaños que “fragmentan el corazón” en realidad son las distracciones de un cerebro alegre de estar vivo. Se vale distraerse, incluso es necesario festejarlo: por qué amar solo una vez cuando el mundo es finito y el tiempo es su propio dios.

22 de febrero. Santa Lucía de Siracusa tira los ojos: es otro modo de decir que tira los dados. Un día al año, Lucía dedica su mirada a las víctimas y los apostadores. Arroja un camino luminoso para bendecir algunas apuestas y desfacer entuertos. Sabrás que eres receptáculo de sus favores divinos cuando se alarga tu sombra incontrolable y exactamente al mediodía. Sugerencia: el 22 de febrero no apuestes, pide justicia a dios o al diablo, Santa Lucía te escuchará e intercederá por ti.

19 de marzo. El baile de las tortugas: alegres y arrogantes, las tortugas más viejas, las milenarias, abandonan un largo sueño subterráneo para cavar a la superficie y luego bailar en sus playas. No es cosa fácil encontrarlas, son viejas y astutas, saben cómo esconderse de la gente y todavía, en este mundo hipervigilado, existen islas desiertas. Como viejillos danzoneros rompen las olas con sus movimientos extrañamente ágiles y placenteros y dan las gracias por otros mil años de vida. Las tortugas más jóvenes miran y aprenden. Envidian, quizás, a sus abuelas que han vencido al dios del tiempo y reniegan la verdad, las tortugas milenarias han aceptado que perdieron la guerra y por eso todavía están vivas.

30 de abril. Caronte abandona los remos: los pescadores de alguna isla salen muy temprano hacia el sol, unos 10 o 12 kilómetros, en barcas de una hechura especial para este festejo. Abandonan en el mar las fotografías de los seres queridos que han perdido, lanzan dos piezas de plata y dejan aquella barca para regresarse nadando. Más de uno pensará en el río de las almas, en el fuego abrasador y triste del mismo, mientras obligan a sus músculos y sus pulmones a luchar contra la corriente. Nadie ha muerto el 30 de abril en esa isla, al contrario, han cancelado la muerte y se cierra, por un día, la puerta de los espíritus. Caronte despierta la mañana siguiente rejuvenecido.

2 de mayo. Día internacional de la mayonesa: los chefs de un concilio mundial y secreto, se reúnen todos los años en Viena para competir de manera clásica, sin reflectores y sin cámaras. El chef que prepare la mejor mayonesa ese año, recibirá todo aquello que podría desear. También pueden matarse entre sí pero hace más de veinte años que no se ven obligados a cocinar a un colega.

24 de junio. El perro tendrá su día: todos los años, algunos nihilistas onettianos prenden un cigarrillo y piensan que es un buen día para destruir sus vidas. Sólo lo piensan como un ruido blanco persistente. Hierve la sangre por quemar las naves, las casas, los papeles. Ignoran que Santa Lucía está muy ocupada atendiendo a los ciegos y los niños enfermos, que las tortugas milenarias sonríen mientras duermen bien enterradas bajo alguna playa olvidada, que Caronte ha perdonado el viaje de sus almas porque unos pescadores hicieron la celebración debida. Ignoran, pues, que el amor los ha mantenido vivos y ni hacerse polvo los rescatará de ello. Día de los perros infelices, de las causas perdidas, de los patéticos inmamables.

Publicado originalmente en LJA.