(quizás no es la traducción indicada, pero hace mucho calor y estoy de experimental). Desde que sigo a un puñado de artistas eróticos, fetichistas, exóticos y/o pornográficos en instagram, siento continuamente el impulso de dibujar figuras. No siempre pornográficas o eróticas, para ello necesitaría más tiempo y menos vergüenza, sin embargo, me gusta dibujar perfiles, perritos y personajes raros.

En la escuela bocetaba mucho, era una manera de resistir al ocio obligado por la repetición de las clases y los profesores acalorados, desmotivados. Incluso tenía mis cuadernos exclusivamente para trazar y copiar el hentai que me encontraba en internet o en un par de revistas japonesas que cayeron en mis manos. Hogaño, tengo libretas reales y virtuales para bocetar pequeñas cosas, perfiles rápidos, suspendo los deberes para trazar unos cinco, diez, veinte minutos (pero no tengo disciplina para dibujar; buscar los trazos que hablan de uno es muy similar a encontrar la voz literaria. Darás en el clavo si tienes constancia y si no la tienes, si apenas tienes tiempo para una disciplina artística, y un trabajo muy importante para tragar, y un compromiso para cuidar lo que te queda del cuerpo, y la cacería impía de pokémones, y los paseos necesarios de la perrita que está cada vez más viejita, y el amor de la mujer, y un cerebro distraído e igual de acalorado que los profesores de aquel entonces…)

 

Cambié mis horarios y corro en las mañanas. Parece que tengo resaca, y un genio del diablo, pero no es así, simplemente moví dos horas la vida y quiero dormir a perpetuidad; los dos-tres médicos que me siguen de cerca insisten que debería cuidarme del sol porque no quieren que mute en Wanda Maximoff. He considerado más práctico ponerme el manto del vampiro que gastar en bloqueador (además, bueno, las últimas noticias sobre bloqueadores no son sanas para los hipocondríacos, google that shit and you’ll see, global warming will fry us all unless we do some shadow magix). Dos días, 6:30 de la mañana, y quiero matar al gallo, tirar el teléfono por la ventana. Entonces me levanto porque me gusta el frío, la humedad; me gusta ser parte de los animales que caminamos de madrugada resignados a las labores, las escuelas, la cotidianidad desgastada. Si fuera valiente y no tuviera por qué pertenecer a este mundo, viviría completamente de madrugada. Hoy corrí entre la bruma (me atrevo a llamarla bruma aunque el término no aplica, es una niebla cualquiera; Cholula es árida, está muy lejos del mar) y sentí que recuperaba un pedazo de niñez, cuando me mojaba el cabello porque prefería bañarme en las tardes, luego me ponía el uniforme y no podía esperar para bostezar frente a los pizarrones.

Letrero en medio de un baldío: “no tienes que ser perfecto en todo lo que haces; pero no seas iluso: no eres perfecto en lo poco que sabes hacer”.

Escucha la de Pixies/Cohen: “Yeah I loved you all my life / And that’s how I want to end it”. La otra tarde caminé bajo la sombra de los árboles. No hay mejor medicina para el castigo de los soles. Siento el aire fresco, siento como la temperatura se calma y creo, ingenuamente, que inicio el camino a una aventura. El pequeño Link camina en un mapa limitado por árboles pixelados, Red atrapa a su primer bestia en las hierbas altas, Sabine baja las montañas después de mucho tiempo para adentrarse en un bosque en el mundo del Orden. ¿A dónde me llevará ese camino de árboles? Nada importa, qué recuerdas, por qué recuerdas eso, ya déjalo en paz, nada importa. Tampoco importa cambiar rutinas o la memoria de las infancias que ya huyeron. Se repite la pregunta, escucho los latidos de un corazón liberado: ¿a dónde llevará ese camino bordeado de árboles? La tenacidad del pensamiento me hace sonreír, incluso cuando corro, incluso antes de dormir. Qué clase de vaga esperanza es esta, por qué es tan fácil olvidarse de que el mundo arde y de los pronósticos imaginados, comunes, pasivos.