Una imagen que me fascina es la del astronauta desolado: Major Tom o Zathura, la estética del explorador espacial que confronta el vacío, el infinito. The Swapper evoca vagamente esa imagen: una astronauta, la carroñera, termina en una estación espacial abandonada, salvándose de los estragos que le ocurrieron a su nave. Cree escuchar las voces de unas piedras que le hablan y más tarde (aunque pronto) se revelará que las piedras están vivas, tienen una consciencia de comunidad encadenada. Empieza la bola de nieve cuando recoge un artefacto que le permite, aparentemente, clonarse y dirigir o transportar, quizás copiar, su alma/espíritu/consciencia/datos a sus clones. El primer accidente cuando usa el dispositivo es terrible porque ella lo dispara, mira por la ventana y ve una imagen duplicada de ella que la obliga a preguntarse: ¿soy esa persona que está en el espacio? ¿O soy la que está aquí, todavía, con esta arma / herramienta entre manos? Esta es la propuesta filosófica y de ciencia ficción de The Swapper; clones y más clones, qué ocurre con mis clones y por qué debo dejar tantos de ellos atrás. También es su propuesta estructural; usar los clones y transportar la consciencia entre los mismos para resolver los acertijos de plataformas, muy al estilo de LIMBO, Fez y otros videojuegos similares que se volvieron muy populares en la edad de oro indie del 2010-2014. No comentaré más sobre la historia porque los misterios que contiene pueden ser jugosos y trata de presentar nuevas interrogativas sobre un tema que ya se ha tratado.

El diseño de The Swapper es parecido a un stop-motion. Usaron arcilla para amoldar a los personajes, los escenarios y los objetos. Eso le da una curiosa sensación orgánica a los movimientos de nuestra carroñera, rescatista de tecnología y recursos. El juego aprovecha las partículas para iluminar hermosamente cada uno de los cuadros digitalizados. Los colores realmente resaltan los escenarios y no hay manera de perderse, de explorar eternamente, lo cual se agradece. A veces este tipo de videojuegos abusa de la confusión para que el jugador se pierda, además, en sus laberintos de tensión. Aunque The Swapper es un juego mayormente oscuro, sin luz, obedeciendo al contexto y las circunstancias, todo se ve fielmente detallado gracias a que aprovecha muy bien los contrastes y su gama de colores. Eso me agradó. Ningún videojuego tiene que ser innecesariamente la representación de un pozo sin fondo (por más nihilista y misterioso que pueda ser) y dejar al jugador sin retinas. La música y los sonidos complementan muy bien el eco, la ansiedad, el vértigo. Me recordó vagamente a la música de Inception (en partes, menos neurótica, quizás), aunque en mejores circunstancias, y muy apropiada a nivel historia acentúa los diálogos, los encuentros extraños, los misterios y las rarezas que encuentras. También me recordó a la música de Dear Esther, porque algunas veces evoca cierta melancolía, o cierta locura.

La estructura y la jugabilidad están muy bien hechos. Jugué este juego con dos distintos controles: Xbox One y Playstation DS4. Ambos respondieron muy bien a las circunstancias, aunque el juego no es castigador, sino más bien recompensa la paciencia y la reflexión. Puedes pensar cuanto gustes antes de actuar y poner en marcha la que crees es la solución del acertijo. La mecánica es la misma: entras a una zona nueva, generalmente compuesta de una habitación central y tres ramificaciones, y en cada ramificación hay un acertijo a resolver para obtener una “orbe de control”. El método para resolver los acertijos es crear clones y colocarlos, moverlos o controlarlos para llegar a obtener la esfera. Junta suficientes y puedes abrir nuevas zonas para explorar. Los acertijos no abusan de la inteligencia de uno (no disfruta castigarte por idiota, pero tampoco es condescendiente, creo que hoy en día es muy difícil encontrar un juego que tenga este balance), hay algunos que son peculiarmente difíciles pero descubrí que la solución, al final, era “romper” el esquema y darle por otra parte. No es un juego gratuito en sus soluciones, tampoco es frustrante, permite avanzar a tu ritmo para descubrir la historia. Supuse que una de las propuestas del juego es detener al jugador a través del dilema que propone: si matas a tu clon, ¿quién vive? ¿Tú o el clon? ¿Cuántos clones puedes matar para seguir avanzando? Mi suposición viene de los sabrosísimos sonidos de muerte cuando se rompe o se deshace alguno de los cuerpos. Por cierto, dejar un mar de cuerpos atrás es inevitable cuando algunas mecánicas lo exigen, como usar los clones para subir a las alturas y sobrepasar ciertas leyes físicas.

The Swapper no es un juego de más de 10 horas, no tiene un amplio bestiario de enemigos o puntos de experiencia, tampoco exige una gran destreza con los controles o las manos, pero es una interesante exploración que aborda algunas inquietudes de la buena ciencia ficción y contiene acertijos satisfactorios. Sus pequeñas historias son inquietantes y hay mucho qué escuchar si el jugador se toma su tiempo para explorarlo. No tenía idea de este juego cuando lo inicié y terminé descubriendo una pequeña gema, una grata experiencia. Sin embargo, una vez que lo terminas no hay rejugabilidad, a no ser que desees mostrárselo a alguien. Lo recomiendo mucho para todo tipo de jugadores, especialmente aquellos que son devoradores de historias y exploradores de lo extraño.