Mi primer mundo abierto criminal fue San Andreas. Ese lo empecé a jugar antes de que me comieran las responsabilidades: el compaginar una carrera con la familia y el demasiado trabajo. Muchas veces, identifico al GTA y especialmente a San Andreas con una larga despedida de los mundos lúdicos e íntimos (aventuras de un solo jugador), bueno, al menos los binarios; en eso los libros siempre serán superiores: son compactos y familiares, puedes secuestrarlos y dejarte secuestrar por ellos en casi todas partes. Si lo deseas lo suficiente, un libro siempre puede ser un regreso a casa, a tiempos mejores. GTA, como tal, me trae buenos recuerdos: desvelarme para jugar con mi hermano, perder el tiempo explorando lugares o buscarle a la casa de apuestas para hacer trampa y tener un montón de dinero. Una historia de cine negro con excelente actuación de voces que te hace reír o te empuja a continuar. Pero no regresé ahí durante muchos años. Nunca acabé la historia de CJ pero eventualmente jugaría Saints Row, que es una competencia digna y exagerada de su rival, y en esencia son lo mismo: una ciudad fantástica, hiperrealista y criminal, con un montón de tareas que te robarán el tiempo.

GTA III fue el inicio de todo esto. Al ser el siguiente juego en mi backlog, tenía curiosidad sobre muchos puntos: qué tan malo es comparado con juegos mas adelantados; cómo envejecieron las mecánicas, los gráficos y las estructuras narrativas a comparación de juegos más modernos y con mayor presupuesto; ¿es un GTA III dependiente de la nostalgia para funcionar y darle una experiencia al jugador de hoy? Muy probablemente necesita de su tiempo y es un juego que se regodea de ser necesario para su época, pero aún así lo jugué. No puede olvidarse que aquí nació la esencia de este género, es la fundación de todos ellos y si no puede sostenerse, quizás el error en la matrix es más grande de lo que podemos imaginar.

Empiezo la reseña con lo fácil, quisiera saltármelo, por obvio, pero también creo conveniente mencionarlo: los gráficos son tan básicos (e ingeniosos), que GTA III pronto podría jugarse en una tostadora. Es el Doom de los juegos de mundo abierto. Y si le rascas, encontrarás un submundo obsesionado con mejorarlo así cómo es: mods de modelos, texturas, partículas. Mods para mejorar la sangre, los esqueletos, la violencia, los ciudadanos y los autos de cartón digital. Mucha gente desea rejuvenecer este juego a toda costa pero creo, al final, que esto es un efecto placebo. Solo están enalteciendo lo que en su memoria, los niños que descubrieron ese mundo de antaño, era sorprendente. Y así no creo necesario meterle mucha mano: para mí es satisfactorio ver personajes acartonados, pixelados, refrescando la memoria que tuve de lo que era una aventura poligonal y el placer que me provocaba explorar los mundos de una Playstation 1, 2 o un Dreamcast. Encontrarás todo lo que necesitas saber sobre los gráficos de este juego en dos elementos: los árboles y los callejones. El secreto está en la transparencia y las luces, generados y colocados cual si fueran la ilusión maestra de algún mago. Pero también va más allá de denostarlas: la combinación de gráficas aún se sostiene para presentar una ilusión de un mundo real, extenso, peligroso. Demeritarlas sería un error de juicio fácil, pues GTA adquiere vida a los minutos de juego. Creo muy posible que jóvenes generaciones aún pueden adentrarse y participar tanto de Liberty City sin poner mucho de su parte.

Y para eso tenemos los otros elementos de la ambientación: las voces, la música, el radio. Empiezas caminando y escuchando las voces chuscas de la gente. Te subes a un auto, enciendes el radio y escuchas el tema de Scarface. Desentrañas los secretos de Liberty City a través de la micronarrativa de los ciudadanos, un trabajo muy sutil para darle una dimensión al mundo, las posibilidades en entramar el cosmos narrativo. Un DJ desilusionado habla de que lo corrieron de la radio rockera y recibe al aire la llamada de un mafioso con seudónimo, mientras escucha sus quejas y negocia con él para que no lo maten. La DJ de la estación ochentera suelta pedazos de su vida libertina y su memoria quebrada por las drogas antes de presentar cada canción. Donald Love, el magnate de los medios, promete darnos un anuncio pero solo escuchamos su voz pregrabada: ¿dónde está? Comerciales en la radio presentan realities grotescos y videojuegos aún más violentos de lo que estamos jugando. Pandilleros y civiles expresan líneas graciosas y criminales cuando caminas a su lado. Si no te involucras en la historia, algo te queda claro: Liberty City es una prisión y todos sus habitantes son criminales en potencia. La música te acompaña durante horas de juego y el soundtrack es tan bueno, que corre el riesgo de volverse emblemático en tu vida. Las dudas con los gráficos quedan disipadas gracias a las voces, los sonidos, las pequeñas historias narradas y, por supuesto, la música.

La historia es accidentada; una acumulación de violencia y de errores; es la historia sinvergüenza de un mudo psicópata que nunca deja claro si lo que quiere es la venganza, o que lo dejen en paz, o formar su propio imperio criminal. Su personalidad es un lastre, tanto así que no aprenderíamos su nombre hasta muchos años más tarde: Claude. En GTA III tomas el papel de un villano silencioso, un criminal de poca monta que se escapa de ir a prisión, que se involucra con una familia estereotípica de italianos mafiosos. Los mafiosos eventualmente te traicionan y empujan tus lealtades, así como el buen uso de tus habilidades, a diversificarse: acabarás haciendo misiones para los colombianos, los yakuza, los policías corruptos o los millonarios que controlan los medios (Donald Love). En general, las misiones son un cúmulo de atrocidades, algunas graciosas y otras meramente entretenidas, sin ninguna historia importante o guion vital qué seguir. Aquí se descubre el papá de los mundos abiertos: puedes ser tan malvado como quieras o puedes vivir una vida de paseo y misiones relajadas en Liberty City. El mundo no te empuja a vivir su historia principal cuando hay distracciones regadas por ahí y por allá. Uno que otro personaje te recordará que tu historia principal es la venganza mientras andas de taxista o paramédico. Y la historia es tan desapasionada, convencional en algunos aspectos o absurda en otros, que no sientes la necesidad de regresar a ella. Esto es el génesis, nuestro primer mundo criminal y tridimensional: y por eso es tan fácil abandonar estos juegos masivos.

GTA III es básico y muy divertido: robas un auto y los controles son perfectos. Puedes simular que perteneces al tráfico o puedes romper las reglas, subirte a la banqueta, acelerar y llevártelos a todos por delante. GTA III aún es un prodigio de entretenimiento y controles. No hay torpeza desesperante en el mando y aún si te murieras una o dos veces, es facilísimo revivir, robarse otro auto y comenzar otra vez. A GTA le faltan algunas características que se consideran básica en el género, como una toma avanzada de la ciudad o la compra de diversas propiedades para tener cada vez más bienes (malhabidos), pero con este juego básicamente te das cuenta que son mecánicas añadidas y diseñadas para exprimir el tiempo del cliente en sus futuras iteraciones. En resumen, perder el tiempo en GTA es pasear, es caos o es jugar al NPC y mezclarse entre los ciudadanos grises, programados y monotemáticos.

¿Lo recomiendo? Es muy difícil decir que sí, a secas, cuando es mejor comprar el GTA V en una rebaja y obtener un videojuego refinado en muchos aspectos. Las únicas actualizaciones de este juego involucran problemas de licencias musicales, así que el soundtrack esta cada vez más flojo. También, en su lugar, puedes conseguir algún Saints Row, o Sleeping Dogs, o cualquier otro mundo abierto nacido de estas inquietudes caóticas. Pero GTA III tiene su encanto y no es difícil tenerlo en la biblioteca, a veces este juego lo regalan en el cereal y ya está. Supongo que si uno tiene una pasión por la historia, por saber de dónde vienen las cosas, GTA III es un punto de partida. Si la misión es jugarlo para revivir alguna nostalgia por los paseos en Liberty City, todavía es divertido y todavía funciona sin calarle mucho.