¿Cómo lo explico? ¿No te duele la cabeza? Trato de entender nuestras líneas de tiempo y cómo se cruzaron pero es difícil, hay mucho ruido de por medio, alguien rompió nuestros destinos, la coherencia se fue por los suelos. Mi cabeza cuadrada.

(tú, yo, el otro, cuántos no hemos sostenido una copia de nuestra cabeza en las manos como un balón y después ha sentido la tentación de jugar con ella, rebotarla hasta romper un muro, anotar miles de millones de canastas para que nos sonrían, nos aplaudan, nos lleven a los torneos intercolegiales a dar lo mejor de nosotros. El rostro de la cabeza rota, separada, cercenada y multiplicada de manera imperfecta con los ojos saltones y la lengua de fuera; después piensas en ese odioso enigma de los tatuajes que ningún demonio en su sano juicio podría explicar. ¿Ves?)

No puedo. Pensar. Claramente. Los colores son distintos. No los entiendo. El rojo no es lo mismo que el azul. El azul. El rojo. Rojo. Quiero jugar a las adivinanzas. Súbitamente deseo ganarme todos los trofeos. ¿Estoy viviendo una gran aventura en el mundo abierto? ¿Acabo de despertar de un sueño de cien años y me van a besar las hadas? He pasado mucho tiempo en tu línea. Debo cambiar de estación y pronto. Tú sigues aquí y nuestra frecuencia todavía está latente. Ten cuidado con lo que deseas pero… ah, todavía no puedes. Está latente, está latente, debo cambiar de línea pero sigues aquí y la estática, la frecuencia, las hojas, las hojas, las hojas… ¿cuándo aparecieron estos muros?

¿Los hiciste tú?

¿Cómo hiciste esto?

¿Tú nos transformaste en criaturas de papel?

Me llamo Pérez-Moldován.

¿Y tú?

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