Cuando salgo del trabajo y espero mi camión en el Eje 5 Sur y Cuauhtémoc, alrededor de las nueve de la noche (entre 8-10, no sabría decir). Sale una monja de noventa y tantos años. Entre esquina y esquina, cuando está el alto, da la señal de la cruz y se pone a bendecir los coches.
En una de las esquinas se alza San Antonio imponente, vigilándola, seguramente cuenta el número de bendiciones que hace la anciana monja. Yo nada más la observo y me pregunto: “¿Por qué lo hace? ¿Por anciana? ¿Por algún remordimiento?”
No me atrevo a preguntarle, porque se ve tan frágil cuando recita algún Padre Nuestro o Ave María… como si en cualquier momento pudiera abrirse la tierra y se la tragara el infierno…