Tiene en el rostro pelitos alrededor de donde debiera haber bigote y unos tantos en la mejilla. ¿Algún día le cerrará el candado? Esos pelitos rebeldes, ¿cómo se afeitará en las mañanas? ¿lo hará acaso? Sí, porque el resto de su barba tiene forma. Sé que no se peina, porque trae el cabello siempre esponjado, cabello rebelde que se cruza uno con otro, los embrollos lingüísticos. Es muy curioso, este alumno me sostiene la mirada porque quiere hacerlo. Es una clase de reto, aun sonriendo tranquilamente, sé que me está retando. ¿Notará esos pelitos que tiene? Están ahí, esperando a que alguien se los quite. A que yo se los quite.
Rara vez se presenta a mis clases. Sin embargo, cuando lo hace, siempre hay un comentario que me hace notarlo. Hoy le atiné a su nombre, ahora podré preguntarle muy seguido. Podré esconder mi interés, como suelo preguntar a otros alumnos. Me gusta aprenderme sus nombres, ello me ayuda a decirme que soy una buena profesora. Apenas llevo enseñando dos años y estoy apunto de sacar mi maestría. Ser profesora joven tiene sus ventajas, puedo lograr que mis alumnos no se aburran en la clase, tengo una mejor identificación con ellos y puedo hablar de mi novio. Al estar más cercana a su edad, puedo todavía identificarme con aquellos tiempos.
Y me gusta identificarme con este en particular.
Además, él me ayuda mucho, sea como sea. Se hace el tonto, pero no lo es. Lo sé por como me sostiene la mirada. Cuando todo mundo se queda callado, entonces él hace una pregunta estúpida o da un ejemplo, de esos que hacen reír a todo mundo. A mi me ha hecho reír en un par de ocasiones, debo admitirlo. Hace preguntas en forma de idiota, para yo poder darle una buena explicación. Pero no tiene los ojos de un bobo. No, él es distinto. Me dedico a explicarle durante clase, me dedico a pelearle la mirada… me dedico a descubrir quién hay en ella.
¿Qué hay en esos ojos? ¿Por qué me mira así? ¿Mirará así a todos sus profesores? ¿A sus profesoras? ¿A sus amiguitas? Un chico como él, debe tener muchas amiguitas. No es feo y hace reír a la gente. No es el clásico payaso, porque lo hace en momentos muy específicos. Es como si lo tuviera medido. Como si quisiera decirle a todos algo, o como si quisieramos entender que está diciendo algo y en verdad, no dice nada. Espero verlo en mi clase más seguido, siempre me sorprende. La primera clase llegó una hora tarde. Las siguientes, lo he encontrado temprano, en otras más… no llega y lo extraño.
Hoy desperté algo. Sé que lo hice. Llegó tarde y lo miré de reojo, no me inmuté y seguí explicando. Quería que me viera en falda y blusa. Falda larga con una apertura que descubre los muslos, nada más un poco, ya que no soy de esas. Podría serlo, pero tiene que entenderme primero. Tiene que entender mi mirada y le formaré el camino correspondiéndole las sonrisas.
Hoy participó más, como si quisiera saltar de su asiento y decírmelo al oído. Decirme que me había entendido todo lo que le he estado diciendo desde que iniciamos el curso. No estoy loca, estoy segura que toqué algo el día de hoy.
Me dedico a explicarle en mi clase, a verle cuando lo hago. Y parece —sólo parece— que no me entiende. Se desentiende de lo que deseo, porque no es tonto y sabe porque le miro, porque le sostengo la mirada y hoy vi, hoy vi que lo comprendió perfectamente mientras le explicaba que era la gramática cognoscitiva.