El Árbol de Fuego nació en invierno, con la inevitabilidad del signo mutable. Son los únicos árboles con la capacidad de sostener un nido de Fénix y son su única salvación, si las aves en llamas están lejos del desierto. Los Árboles de Fuego presumen fuego azul en sus ramas de hierro. Son oscuros y de temperamento violento. Como el Árbol de los Mil Nombres, caminan en los desiertos polares, en los desiertos de arena o en las estepas de África. No les gusta el contacto con otros árboles, ni de su misma especie, porque son susceptibles a quemar a sus hermanos o enfrascarse en duras batallas durante siglos con uno de su especie.
Los pocos taladores que conocen de su existencia y han dominado su arte de tal manera que pueden matar a uno de ellos, hacen los muebles más resistentes y los libros más reveladores de la existencia humana. Sin embargo, los productos se consumen después de un tiempo, como una llama que se apaga se derrumban en sí mismos. Hay ingredientes, procedimientos, químicos y alquimia para hacerlos duraderos, pero el conocimiento está perdido y restan pocos (como Guadalupe Espártaco en nuestra realidad, y “Sart Drosmon en el mítico Fafjel) que pueden hacerlo.
El que ha leído un libro de un Árbol de Fuego, no olvida jamás sus letras y adquiere de inmediato el conocimiento escrito en él. Aunque corre el riesgo de volverse loco. Lo que es cierto, es que morirá joven, consume un año de vida por diez minutos de sus letras. Ejemplos: Gunthar Weiger, Marisol Campos Loyola y Graham Durain. Cada uno con sus respectivos documentos en instituciones mentales en Alemania (1801), México (1837) y Estados Unidos (1923), respectivamente. Ninguno sobrevivió para ver sus treinta años.
Lo mismo pasa con los taladores, quienes son los únicos con la capacidad de escribir en su corteza. Eventualmente mueren. Aún con el riesgo, sin embargo, la belleza del oficio es una adicción y por eso no lo dejan fácilmente. Un talador, sólo resiste la mitad o un tercio del trabajo de un Árbol de Fuego. Hubo uno del que se tiene poco registro, un Artesano se hacía llamar, que pudo trabajar tres de ellos.
El origen del Árbol de Fuego es también un misterio. Un predicador loco, Roberto Colmenares, Frayle de la Orden de los Franciscanos… anotó en un diario que era probable que eran semillas que provenían del mismo sol o de las estrellas. Otro, Al-Hasheera, musulmán, escribió que los Árboles de Fuego eran resultados de un grupo de adoradores al diablo.
Sin embargo, nada es seguro. Existen más historias del origen de los árboles de fuego, pero son tan confusas como la de Fray Roberto o extremistas como la de Al-Hasheera.