Hoy miraré el cielo de otra manera, el cielo nocturno sobre todo… en una recámara pintada de gris y blanco, un poco más pequeña a la acostumbrada. Puse el colchón donde dormiré al pie de la ventana, porque pensé que sería bueno. Ubicada de manera que pueda ver algunas estrellas, si el cielo me permite. Mi nueva habitación, tiene un suelo feo de madera vieja y una alfombra que estratégicamente bien ubicada, esconderá eso a la vista. Tiene un mueble impersonal, armable, de acero inoxidable o algún otro metal, no lo sé… todos esos muebles los hacen iguales.
Hoy dormiré en otro lugar, un lugar que apenas haré mío. Ya lleva la esencia de mis libros, todavía mal puestos en bolsas y la esencia de mi ropa, aún amarrada en sábanas. En mis manos, el día de hoy, llevo las cobijas y la almohada que usaré esta noche. Me llevo en cierta forma, un pasado durmiente. Porque a mi me gusta dormir, estoy acostumbrado a mis sábanas con olor a cigarrillo, de lectura durante horas, de desvelos mirando películas, de sueño para despegarme de la realidad. Esta noche que empiezan una nueva vida, serán únicamente para dormir, porque seguramente me sentiré muy cansado.
Hoy acoto los pasos finales de mi decisión, descansar un año de la escuela, para no perderla a causa de una depresión, de un cambio duro. Sencillamente estoy cansado de los cambios, en mis veintidós años ya van doce veces que me mudo en esta ciudad. Doce hogares distintos, en doce zonas igual de distintas. Cada vez que escucho mudanza, se me ponen los pelos de punta, siento un dolor en la espalda y me da sueño. En general me adapto rápido a un cambio, excepto cuando involucra una mudanza que yo no he decidido o que ha sido forzada… (doce veces… doce veces). Pero ya es hora, he soñado lo suficiente y he tomado la decisión. No hay marcha atrás, las consecuencias –frutos o fracasos–, se verán mañana y cuando te das cuenta, el mañana es el presente y el presente se vive, no se hunde en el pasado.
Hoy es el resultado de las decisiones de otros, sin culpas ni reproches ni admiraciones ni cariños, que empujaron a la mía. Una decisión egoísta… y sensata. Tal vez me gane unos años de reproches con un hermano, con una madre, con algún tío. Tal vez me gane unos años más de madurez, como si quisiera madurar más, como si quisiera pelear más. Eso es una mentira, yo no quiero ya pelear contigo, vida mía… una tregua para ti y para mi, ¿te parece? Quítame algunos amigos, no importa. Quítame un apellido o un nombre. Pero dame un poco de descanso. Es más, le rezaré a Diosito padre, a ver qué nuevas me cuenta de Gabriel y Miguel, y de la virgen y de Chucho. Neh, no te creas… no necesito un descanso, porque hay gente que sufre más que yo. Más bien debiera darte gracias, porque no estoy tan jodido, porque todavía no me domas y puedo seguir luchando. Porque siempre aspiro a más, ¿lo escuchas?… hay una pulsación latente, la conjunción de la persona no está lista y así, comprendo que esto también sea necesario, a pesar de mis quejas y mis berrinches.
Hoy comprendo y duermo en otro lado… nada más. Dormiré solo, escucharé el ruido de coches en una avenida, miraré una ventana que en cierta forma es mía, y fumaré en silencio. Entre mis libros, mis sábanas y mis cobijas. Se adquiere el aprendizaje, mi pequeño ser latente… pulsa luz, en la oscuridad del nuevo cuarto. Un nuevo descubrimiento.