Dejad que los niños vengan a mi, puesto de ellos será el reino de los cielos
–Jesucristo.
Se aplican restricciones.
–Un ateo divertido que completó la frase de Chucho, en un o de esos foros interneteros ateístas.
Y, supongo, esta es mi etapa decadente. Releo lo que escribo en estos días, desde hace un mes o dos, o tres… y nada me gusta, aún si son notas insulsas, falsas pretensiones o un cuento que me dejó satisfecho al terminarlo. Si quiero medio autoestimarme, entonces reviso el número de comentarios.
Si son muchos, digo: “Muy bien”. Si son pocos, digo: “Es que no entienden el arte”. Si son una dósis moderada de comentarios, pienso: “Very well fandango, no, no eres mediocre. Más bien, son un puñado de conocedores agregando su semillita de sabiduría”. Cuando termino de medirme por los comentarios, me voy a las estadísticas del sitio: “Hoy, solo 200 afortunados me visitaron. Si ayer me visitaron 363…”.
Y me olvido que mi weblog se ha convertido en el recurso desesperado de Google para aquellos padres jóvenes, que buscan nombres para sus hijos. Las estadísticas mienten cuando me enseñan los referrers.
La verdad es que nada de lo escrito en estos días, me ha gustado. Me siento poco satisfecho con los resultados, con el proceso o con el inicio de cada uno. Es la etapa decadente de mi weblog y de aquí, solo queda ir en picada. Beber Vodka en las noches, jalarme los pelos y decirme: “Carajo, ¡es que no me dejan ser!”. Mirar, durante largas horas el cuadrito en blanco de mi monitor titulado: “Entry Body”. Y el horror se apoderará de mi en “Extended Entry” (No habrá ningún Heart of Darkness, será el vacío blanco quien me haga permanecer como un autista). El Excerpt, por lo tanto, se convertirá en el resumen perfecto de lo que escriba… ya que siempre está en blanco.
Mi novia me ha dicho, que probablemente lo que necesito es sufrir un poquito (algo así como un cambio brusco que originan un caudal de escritos), entre sus sugerencias estaba un “Te pongo el cuerno si quieres…” (No, no, no… no gracias, chiquita frapapú).
Ya pasaron aquellos días de gloria donde este blog apenas cumplía un año de vida y los comentarios volaban de aquí, para allá. Las visitas estaban entre 500 y 600. La creatividad se derrochaba, iniciando una historia para rápidamente, iniciar otra al día siguiente y escribir ambas de manera simultánea, día tras día, para goce de unos cuantos lectores que disfrutaban ese formato confuso y caótico.
Esos días, ya pasaron… hoy sólo me queda comprarme una botella de tequila y brindar por la muerte jugosa y lenta del árbol más grande que haya plantado jamás. Entre balbuceos y alientos mata-pasiones, le diré a mi bello azulito, arbolito, chiquitico… “Se te caen las hojitas, mi niño… se te caen, te estás marchitando”. Brindaré por él, brindaré por yo, brindaré con el reflejo del espejo.
¿Cuántos bloggeros no habrán hecho eso antes que yo? ¿Cuántos no habrán llamado a su amigo diseñador, a su amigo de marketing, a su novia fotógrafa para pelear por un segundo aire? ¿Cuántos no habrán dicho: “¡A la mierda, qué se muera!”? ¿Cuántos habrán dejado de engañarse de la seriedad que esto sugiere? ¿Cuántos habrán cavado la tumba con una sonrisa y un frenesí, igualados al del célibe que se le pone una mujer desnuda enfrente y se le promete que Dios no lo verá?
Ohhhh, no lo sé… no lo sé…
Bueno, ya. Tengo muchas cosas que escribir, muchas cosas personales… pero no puedo hacerlo, porque hay candados en todas partes. Y es que, sin querer me lee demasiada gente ya. Y me conozco a la hora de escribir… puedo ser más hiriente, y disfrutarlo. O bien, podría leerlo alguien que no debiera saber. Es en varios aspectos, no es en uno solo. La solución a eso, es buscar la manera de narrarlo, pero aún no la encuentro. Y como no tengo una racha creativa o al menos un poquito artística, me cuesta más trabajo contar lo que no debe ser contado.
Así que, a partir de mañana, el Árbol de los Mil Nombres, será un blog de sexo cochino, perverso y parafílico.
¡Salud!