Hoy soñé con Isaac. Él fue un amigo de la secundaria: era/es un chavo alto… mucho más alto que yo. Apostaba a que llegaría a los dos metros. Era blanco, con pecas en la cara (o tal vez, es una distorsión de mi recuerdo), su cabello era chino y castaño claro, tenía ojos azules (o verdes, o grises, sé que eran claros) y un rostro que asemejaba al pelirrojo de MAD, unos cachetes grandes y demasiados dientes. Jugaba basquetbol y de haber sido gringos, él hubiera sido negro. Me gustaba juntarme con él porque se reía de mis chistes, de mis groserías. Él se reía de mi humor negro, no sé si porque lo entendiera, o porque sonaba chistoso ese lenguaje en un escuincle de trece o catorce años. Un recuerdo que tengo es que no me dejó solo cuando Itzel me rechazó un anillo de plata que le compré como un simple regalo –debió creer que le proponía matrimonio–. En la secundaria no tuve mucha suerte con las niñas.
Esa era una secundaria de monjas para delincuentes ahora que pienso en ello… pero ese es otro tema.
Más tarde me encontraría con Isaac. Ya éramos jóvenes preparatorianos. Vino a mi casa para preguntarme si podía presentar unos exámenes por él y platicamos de nuestra vida un rato. Él ya fumaba, yo no… en ese tiempo, fumar se me hacía de lo más asqueroso. Él fumaba delicados y mientras fumaba un cigarrillo, solía escupir. Me platicaba de sus pedas, de sus viejas y de sus nuevos amigos. Isaac ya se estaba haciendo un hombre. Yo no recuerdo que tanto le platiqué. Esas visitas, habrán sido dos o tres… en lo que completábamos el negocio, ya saben, una credencial, ir a la prepa para ver donde se hacía el examen y demás… A ver si me animaba a hacerlo. Los exámenes eran de Física y de Lógica.
Soñé con Isaac, y con muchas otras personas secundarias en mi vida, secundarios que en su momento tuvieron un papel principal, pero el sueño ya no importa.