He descubierto algo muy serio.

Que mi insomnio lo provoca el movimiento.

Yo soy de los que duermen como una roca. Cierro los ojos y kaput, el mundo desaparece. Claro, eso siempre y cuando pueda dormir. No hay ruido que me despierte. En el modesto cuartito de servicio, en el cuartel general de Carrillo Casting, ahí donde duermo y comparto mis horas de sueño, más no mi cama, con un venezolano… todo se escucha. Se escuchan los aviones, se escuchan los camiones y se escucha todo lo que dicen tres pisos abajo. A pesar de ello, cuando puedo dormir las voces se van desvaneciendo y finalmente, caigo como un tronco en la técnica del cambiazo (Naruto). Lo que me despierta es cuando pasa un pinche trolebús y hace que se cimbren los suelos (y los cielos), entonces tengo que abrir los ojos, maldecir un poco y mirar a la ventana.

Es cierto, es el movimiento lo que me despierta. Si alguien se acerca a la cama, inmediatamente abro los ojos en un estado semiconsciente y respondo con toda honestidad todo lo que me pregunten. Es un método muy sencillo para sacarme todos los secretos del mundo (que son unos pocos, nada más los míos).

(¿Por qué escribo esto? Por mera disciplina. Hoy me negaba a escribir, pero debo hacerlo… últimamente tengo en la cabeza la idea de que tengo que escribir una novela, es algo que me ha perseguido meses. En estos días he visto algo distinto, cuando pienso que tengo que escribir… veo a un hombre que aún no tiene nombre, veo a un hombre con un propósito. Es un personaje que solito hace lo que quiere en varias escenas hipotéticas. Veo a un cacto también, pero eso es por los poderes mentales que tiene Bob. Él puede controlar gente tan sólo mirándola, ¿no lo sabían? Veo ficción en lo que quiero escribir, y también miro cotidianidad. El hombre en su vida diaria, el hombre imaginando. Veo que él escribe una novela, de qué tiene que escribir una novela y platico con él, porque yo suelo ser un personaje secundario en lo que escribo. ¿De qué platicamos? No entiendo bien las palabras, son como un radio distorsionado, pero su plática es muy intensa y yo sólo le sonrió. Él platica de que quiere escribir una novela como si fuese un alarido. Él piensa en la imagen del fénix, del hombre que ha caminado muerto, tanto tiempo, y sin aviso se enciende un día y le surgen unas alas amarillas, como le surgieron a Lucifer cuando lloraba por el Profano Libre Albedrío. Haz lo que quieras. Y yo le asiento lentamente, y le observo escribir, y le comento que eso es algo que Simón Dor siempre soñó. Y mientras, atrás, alguien más nos escribe, alguien que habla de que el movimiento no le permite dormir y que su cacto tiene poderes mentales. El hombre que escribe, detrás del cuenta cuentos…)

Take me, spanish caravan…

Hoy desperté y bajé, antes de entrar a la sala de edición escuché murmullos. Cuando entré, se hizo un silencio incómodo, el venezolano me miró de reojo, estaba sentado frente a mi cacto. Miré a Bob y a Venezuela, luego a Bob y después a Venezuela.

–¿Qué onda wey? –pregunté.

–Nada, nada… estaba atonando con tu cacto.

Asentí lentamente, él salió a lo de su casting. Mamahuevos, atonar se escucha bonito, pero no tiene nada que ver. A mi se me ocurrió primero. No hay justicia.

–Control mental –dijo Bob y sonrió, en medio de todas esas espinas.