Salvador Leal, en un post que continua lo de Mipholbo, dice que la fama que se te sube a la cabeza no es otra cosa sino que te habías subido a un ladrillo y te habías mareado.
Me reí muchísimo al leer la frase.
Lo de arriba lo escribí hace algunos días, ¿no se nota? A manera de epílogo, porque esto es un epílogo y esto quiere decir que yo no he de escribir durante algún tiempo –no indefinido–, pero me reservo el tiempo, me encontré con una de esas sorpresas que da la vida, la vida que da sorpresas y así, y asá, cantinfleando tal vez me evite responder porque me largo, un tiempo no-indefinido, reservado a mi conocimiento.
He de contarles que hace poco renuncié a Carrillo Casting, hace una semana más o menos. Hablamos Jorge y yo, y aunque tuve miedo de que se convirtiera en un drama de mi parte, porque yo soy muy dramático y gritón para esas cosas, no fue así. Expliqué los motivos de mi renuncia, nos tomamos un cafesuco y platicamos de muchas cosas aparte. Lo de mi renuncia, mis planes a futuro, mis motivos, duró como diez minutos de las dos horas que charlamos. Jorge y yo quedamos como cuates, y hemos vuelto a platicar como tal, como no hacíamos en mucho tiempo, sin reservarnos lo poco que nos habíamos acostumbrado a reservar. No por ello –aunque forma parte del todo–, he decidido renunciar al árbol de los mil nombres durante un tiempo no-indefinido reservado.