Esta cayendo una lluvia engañosa, de aquellas cuyas gotas son suaves, delgadas, tenues… y por ello mismo, atraviesan la ropa con más facilidad. Son escurridizas y encuentra un hogar, sin siquiera buscarlo. Mojan sin permiso, gotas rameras, sólo basta una brisa de aire para burlar al paraguas y la capucha de la chamarra impermeable. Incluso las mochilas a prueba de agua se mojan y los relojes se empañan, distorsionan el espacio y el tiempo. Se adueña de tus calles y de tus muros, sin consideración alguna, ¿y por qué habría? si apenas te das cuenta porque vives encerrado en la nostalgia de días nublados, consumiendo un cigarrillo contenido. Las gotas se aprovechan de tu condición humana –nostálgica, melancólica, triste en general– y se burlan de ti, mientras oscurecen los colores opacos, como el azul veintiuno –horrible– de aquella casa de dos pisos.

Me pregunto cuántos tatarabuelos quisieran hablarnos de las lluvias de verano.

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Mi lectora, a la que cariñosamente apodé “Linda Blair en el exorcista”, se despidió recientemente de mí. Me mandó un mensaje diciendo que tenía que abandonarme, que no me la merecía, que yo estaba estancado y ella continuaba avanzando, constantemente. Alcé una ceja y leí su discurso mientras pensaba–: “Guadafuck are you talking about, woman?”. Pero la dejé continuar, a pesar de su discurso de telenovela me continuaba provocando.

Finalmente me acordé de ella. Aunque hace dos años, pensaba que era un él, no una ella. Hacía preguntas insistentes acerca de literatura, y después me hacía preguntas de lingüística, y luego del metadiscurso, y de semiología… cosas que yo no respondo, porque no sé explicarlas. Preguntaba cosas como las que explica Apostillas de una manera sencilla. Constantemente sacaba una lista de nombres franceses, teóricos franceses, y uno que otro inglés, y uno que otro español, pero sobre todo franceses…

Acabó por fastidiarme aquella vez. Y ahora, en su despedida donde ella se dio el lujo de mandarme a la chingada, lo ha cumplido, se ha mantenido íntegra, y no se ha vuelto a conectar. Podría decir que la extraño, si tan sólo entendiera la mitad de lo que sucedió en nuestras conversaciones, en uno que otro juego de ajedrez nocturno que jugamos por yahoo, y bla, bla, bla.

Probablemente, más tarde adquiera otro messenger y en dos años vuelva a platicar conmigo.

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Un niño esta hablando en voz alta. Bob quiere comérselo. Son las once de la noche, a esa hora, los niños son un buen tentempié, lo miro gravemente y él se limita a contraer sus espinas.

Hoy pasó el Bala (Alejandro [Ya he hablado de él]) con un pedazote de hierba que parecía como una antorcha gruesa, incendiándose como si fuera incienso. Caminó de un lugar a otro, tranquilamente, y medio se me quedó mirando. Yo, sencillamente, miré a Bob de reojo y él me respondió con muecas para distraerme o hacerme reír. El Bala se fue, dejando una estela de humo.

–Está loco –dijo Bob y yo asentí.

Una vez más, regresó el Bala e hizo lo mismo una segunda vez, pero un poco más rápido. Evidentemente, pudo más mi curiosidad y tuve que preguntarle.

–Bala… ¿qué es esa chingadera?

–Ahhh, bueno, esto es para la energía.

–La energía…

–Si, esto se usa en algunos ritos, claro, con algunas oraciones, para limpiar a los salados. Y más que nada, bueno, yo estoy trabajando con energías. Paso esto alrededor para disipar las energías negativas, las malas vibras, y bueno, para eso sirve.

Miro a Bob de reojo y me susurra–: ¿Es eso una indirecta?

–Cállate monín. Gracias Balita.

El Bala me miró raro al responderle a mi cactus. Creo que no hay rito de santero que pueda con nosotros, Bob.

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Bob se acaricia las espinas contra las espinas y el ruido asemeja –sin ser tan intenso– a una víbora de cascabel. Yo miro las persianas que están cerradas. Hoy no miré las ventanas a través de la ventana en todo el día. Tal vez, en algún momento, me distraje por un borrón que se vio… pero nada concreto, sólo un borrón. Habrá sido una sombra, pienso indiferente. Hoy mantuve las persianas cerradas.

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Miren… miren… ese hermoso comercial falso de Puma, esa sutil, pero notable, gota blanca en las medias de red de la colegiala. Los tenis y las piernas dobladas, la mano que se entierra en la rodilla. La de rojo, enseña un poco más, pero la de azul, se ve tan inocente…

La falda cuadrada e imaginar los rostros, las piernas ligeramente dobladas del muchacho, la bolsa descuidadamente –cuidadosamente– tirada al piso. Toda una campeona, toda una B. Spears, un hombre mañana comprará los tenis o les contará a sus amigos del probable engaño publicitario, les enviará sus fotos por email o por messenger.

Los pubertos, una vez que encuentren la malicia en ello, pensarán en las colegialas, en los pumas, en los tenis doblados, en las faldas cuadriculadas, en las bolsas cuidadosamente –descuidadas– tiradas al piso.

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Hoy, después de años, más de cinco, me contactó Malinche (Eva [Spain]). Una de las primeras amigas que hice platicando por la red. En ese entonces, era como mi hermana mayor, puesto yo tenía quince añotes y ella veintiséis. ¿Cómo me encontró? Por el blog, vamos… es tan notable y ególatra que cualquiera puede encontrarme en Google.

Es increíble el cariño que le puedes tener a alguien a quien nunca has visto y cuanto puedes extrañarlo. Cuando perdí contacto con ella, me dedicaba a buscarla a ver si de casualidad encontraba algo. Nunca pude. Medio preguntaba noticias a contactos que aún tenía en mi ICQ, pero ellos andaban en nieblas o tan dudosos como yo. Y finalmente, mis búsquedas se volvieron tan esporádicas como una cada año, o rindiéndome, pensando que en algún momento ella me encontraría. Siempre he sido fácil de encontrar en la red, la red ya es parte de mi crecimiento y de mi consciencia. Internet me ha educado e informado tanto como la escuela, como mi familia, como los amigos y la sociedad, porque siempre he estado conectado.

Ella fue la primera persona con la que crucé unas líneas, me asombraba su audacia, su encanto, las cosas que me platicaba como su vida de periodista. En cierta forma, me hizo crecer. Y cuando me mandó su foto, alguna vez, descubrí a una de las mujeres mas hermosas que habré visto en mi vida. Hoy, incluso, que vi su avatar de messenger, la identifiqué de inmediato… su belleza es ahora la de una mujer madura.

Me ha sorprendido gratamente el reencuentro y me encantará ponerme al día, ya saben, platicarle de mi jefa, de que soy semindependiente, de que trabajo en comerciales, de que estudio literatura, de que tengo a Sol María, de la muerte de mi abuela… de todas esas cosas que pasan con los años y que sirven para que los amigos se den cuenta, que aún pasado el tiempo y crecido el espíritu, en el fondo sigues siendo el mismo. Bob.