Kayla, es una señorita que viste calcetas largas y minifaldas, no es menor de edad, pero lo parece y se da sus vueltas, repentinas, por la calle. Tiene teticas de perra, no son muy grandes, pero tiene un culo bonito. Tiene ojos azules, grises, o de cristal… y tiene unos muslos hermosos, unos tobillos magníficos, unos dedos universales, un cabello largo y rizado, nada más, pelirrojo a veces. Kayla tiene dientes de coneja, y tiene heridas, porque a ella también se le han muerto los muertos. Nos mira, la pobrecita, como si buscara en nuestros ojos citadinos magia. Yo nada más prendo un cigarrillo y le observo acariciar a un lobo, un lobo rojo, cuyo pelaje evapora las gotas de agua en cuanto lo tocan. –¿No se quemará Kayla? –le he preguntado a Bob y este, sencillamente, me ha dicho que Kayla es el vertiente de la naturaleza, que ella lo sabe todo, que sus caderas y la fertilidad, que de sus tetas se amamantaron los semidioses y los grandes hombres que todos desconocen, que sus ojos son el verdadero amor de Dios y las vueltas que se da, son un simple juego que explotan los cosmos. –Kayla es nuestra madre, Kayla son los deseos más grandes, como la paz universal, la felicidad de toda la raza humana. Su carne saciará a los hambrientos, en sus manos la salud de los enfermos. Kayla es Dios y es Satanás, porque Kayla cuando duerme nos destruye, Kayla lo es todo –dijo Bob, y lo dijo tan seriamente, que estuve a punto de creerle. Y ella acariciaba un lobo rojo, que murmuraba palabras de amor, como esponjas de jabón, tan pronto sus dedos peinaban ese pelaje desordenado y yo seguía fumando, y miraba incrédulo a la mujer acariciando al lobo. –Kayla son las pasiones humanas, Kayla es furia, Kayla es violencia, Kayla es transgresión, a Kayla le perteneces cuando da vueltas y quiebra universos –dijo Bob, muy serio, mordiéndose las espinas. Creo, que el cacto regresó a un estado de pureza, creo… que el cacto, y su regresión, y Kayla acariciaba al lobo.

No puedo hacer más nada, solamente observarla, y fumar durante otros tres minutos de cigarrillo.

–Kayla me quiere cuando duermo. Kayla es tu madre –casi suelto la carcajada–, Kayla es tu abuela, dos mujeres en el centro cargando sus bolsas, Kayla es Imperio, es Raquel, e Inés, y la cruz, son tres Claudias, es Lilith, es K, y Borgia, y Frida, una Gloria, es Uhura, es un Sol entero, una María Magdalena, diez de mis espinas, y siete Patricias, Kayla es Cecilia, es Fátima, es Mariana, es Issel desnuda, y son reproches, y son tus culpas, y tus enigmas, y tus mejores triunfos. Kayla lo es todo, porque sin ella nada existe. Minuto y medio, antes de que termine la letanía y Bob sigue cantando todo lo que es Kayla, mientras miraba como peinaba al lobo y me preguntaba, ¿quién es él? ¿quién es él? ¿la misma que re/creó al cacto te hizo a ti, querido lobo? Y pensaba que Kayla era mi madre, y casi soltaba la carcajada, pero no lo hice… porque ella acercó su mano al hocico, y me horroricé cuando Kromg enseñó sus dientes, la baba empezó a caérsele, abrió la boca, le mordió y se carcajeó de todos nosotros. Los dientes se clavaron en su piel de leche, y sus ojos cristalinos derramaron lágrimas. ¿Si Kayla destruye universos con sus piruetas, los borra totalmente con sus lágrimas? –La sangre de Kayla son niños muertos en el libro de T.F. Haddied –me dijo el cacto, y yo no le escuché más, porque miraba como a Kayla le dolía, y las lágrimas, y empezó a gritar, y la risa del lobo. No hay nada qué hacer, treinta segundos de cigarrillo, aún no se consumen. ¿Y los vecinos nos habrán escuchado? Entonces el lobo la dejó ir y se echó, cayó inmediatamente dormido. Gotas de sangre mancharon los muslos de Kayla, y sus calcetas largas, sus muslos hermosos, sus tobillos magníficos… me miró antes de irse, me sonrió antes de irse, se escondió la mano herida en su chamarra blanca y le dije adiós con la manita. Te amo Kayla, regresa pronto.