La familia. Eventualmente, todo se reduce a la familia. Siempre estarán ahí. También verás por ellos. Si tienes que soltar lana, es por tus familiares. No hay de otra, a huevo los tienes en la mente. La familia es bonita, como no. Este fin de semana mi mamá vino de visita. Afortunadamente, ya anda trabajando de a de veras, la paga no es mucha, pero es mejor que lo que tenía antes. Por las circunstancias (una quiebra, que nos corrieron, problemas familiares, personalidades, etcétera… etcétera… etcétera…), mi mamá y yo tuvimos que separar caminos, es por eso que viví yo solito una temporada, es por eso que ella se mudó a Toluca. No nos veíamos desde hace siete u ocho meses (un mexicano dirá: pinche cabrón desnaturalizado)… pero no me preocupaba mucho por ella: es una mujer necia, de carácter, sabía que si separábamos caminos ella adquiriría mucha fortaleza y yo podría crecer un poco más, tendría libertad de movimiento y decisión.
Mi mamá es lo que llamo una mujer subversiva. Aquí en México, como dice Tere en alguna de sus anotaciones, estamos acostumbrados a las madres, podemos ser unos huevonsotes de cuarenta años y ellas estarán alrededor, en alguna parte. Por eso empecé a escribir en Si mi madre, porque estaba en ese proceso de separación. La madre de Salo es una combinación de todas las madres mexicanas, de las que he escuchado anécdotas, y de la mía propia. He pensado retomar el proyecto, creando un blog con wordpress, en mil nombres. Ya decidiré. Decía pues que siete meses de no verla, era obvio que la tenía en mi mente y todo empeoró cuando al mudarme de regreso, recientemente, mi hermano me mencionó que nos había mandado un paquete con una amiga. En ese entonces llevábamos cinco meses sin noticias. Un paquete, con una amiga, cinco meses, cabrón paranoico como yo, evidentemente ya estaba pensando que algo había sucedido. No me decidía que tan horrible podía ser: si C.S.I. o Law & Order, the mexican way. Ya me sentía yo culpable de todas mis decisiones, ya me sentía el hijo pródigo que llegó tarde o que se quedó tragando lodo.
Marqué varias veces a su casa y no respondía el teléfono. Hablé con los otros tíos, mandé mails a los que viven lejos, preguntando de nuevo las últimas noticias, a ver si eso me daba alguna pista. Y sobre todo, trataba de no ponerme demasiado tenso, trataba de imaginar los escenarios más ridículos, los más sencillos, del por qué no se había comunicado. También, pensé que subversiva como era, se había encabronado con todos nosotros y había decidido mandarnos muchos kilómetros a lo lejos. Que no era más que eso. El problema fue el paquete, el pinche paquete, que mandó con una amiga, que la amiga regresaría a dejar el paquete cuando alguien estuviera en casa, que la amiga nunca regresó a dejar el paquete, que nadie tenía idea de quien era la amiga y que podía ser el paquete. No recordaba la dirección exacta de su casa, esa pinche casa que odié porque nos quitó los últimos centavos y seguimos con la deuda. Así que, bien, no había de otra, si mi mamá no quería ser encontrada o si quería seguir incomunicada, sencillamente lo haría. Con paciencia y salivita, pensé… y así me aguanté, un par de meses más, en lo que le decía a mi hermano las opciones menos trilladas, para reconfortarlo a él y para esconder los malos pensamientos.
¿Por qué no fui a verla? ¿Por qué no me largué a buscar la casa? Debo ser honesto: terror y miedo de que algo, efectivamente, hubiera sucedido. Si iba para allá, hubiera tenido que llevar a mi hermano conmigo. Una situación, de cualquier calibre, la hubiera podido enfrentar yo solo, pero una situación teniendo a mi hermano, sin un momento para preparar nada, hubiera empeorado las cosas mucho. También, era muy sencillo, la casa es muy pequeña y tiene muchas de esas casitas alrededor, así que siendo fríos, de haber sucedido algo terrible, nos hubiéramos enterado. Sin embargo, cabía la posibilidad de que mi madre decidiera perderse en el nevado de Toluca, así, de tanates, y el paquete hubiera tenido una escalofriante explicación. Eran muchos factores, y eran factores que yo solito hubiera podido tolerar de inmediato. Pero no sabía como hacerlo con un hermano menor. En todo eso pensaba desde hace unos meses y no fue hasta que vino este fin de semana que se me quitó un peso de encima.
Cuando se apareció, fue como si me hubieran liberado, como si alguna fuerza sobrenatural me hubiera dado unas palmaditas en el hombro, después un zape, y finalmente una sonrisa sardónica, sugiriendo cuánto había disfrutado jugar con mi mente. Me dio gusto verla, me dio gusto que me dijera que ya no me veo desnutrido (indirectamente [desnutrido igual a gordo]) y me dio gusto que se interesara por mi relación (indirectamente). Toda la información la indagó, y me la repartió, a través de mi hermano. Así son las jefas, ¿qué se le va a hacer? Me encantó que nos dijera huevones, a mi hermano y a mí. Me rete-emputó que me quisiera levantar el domingo, a las nueve de la mañana, pichi costumbre. Sus comentarios fuera de lugar, y luego los ojetes, bien acertados. A todos sus comentarios reacciono igual, yo creo que por eso luego no sé que de verdad me dice, y que de mentiras. Esta vez pasó más tiempo con mi hermano, pero también es que se han visto mucho menos. Con la jefa nunca se gana y, espero, a pesar de todo, que sea así durante muchos años.
Hablando de familia, nuevamente los Salazar nos hemos estado comunicando por correos electrónicos. Poco a poco, se esta re-estableciendo la comunicación a través de los emilios (me caga eso de los emilios, pero no puedo evitarlo), del teléfono, de todo eso. De alguna manera, eso me da paz. A mi abuela, que en paz descanse, le daría gusto saber que aunque cada quien jala para donde quiere, estamos bien. Por cierto, mi abuela nació el veinte de noviembre y murió el dieciocho de septiembre, siete días después de que se cayeron las Torres Gemelas.
Además, tengo otros pendientes (ya saben: Lulu, una novela para concurso, un proyecto de beca) en los que estoy trabajando.
Poooootttss, ahora sí, si no soy blogstar, no sé que soy.
Últimamente mis treinta segundos de fama son más frecuentes: Comerciales de mayo, mayonesa. Mi foto en la sección de sociales del Reforma (domingo). ¿Qué sigue? Supongo que por cada treinta segundos de fama, el destino dicta desaparecer unos cuantos años, nomás que no sé cuándo se cobre. TUN TUN TUN.
Vía Salvador Leal, en un mensajito que me envió el domingo, por ahí del medio día.