Tuve una relación sadomasoquista, de dominación y sumisión, amo y esclavo. Tal vez por eso Homero Vidal hizo favor de dibujarme con un látigo, en alguna servilleta, mientras se aburría de su trabajo en el OXXO. En su momento pensé que era normal, o que era otra experiencia que debiera vivir. De chamaco, pensé que todo se basaba en experiencias, que entre más rápido las pudiera registrar, más pronto podría crecer y así podría tomar mejores decisiones que terminarían por dejarme tranquilo estando ya viejo. Mi vida son escalones de deseos y por eso, el deseo para mí es tan importante. Soy medio hedonista, peco de gula y disfruto en silencio los momentos sensoriales. Muchos pensarán que esa decisión como muchas otras decisiones en la vida, por ejemplo, en que especializarse en la carrera o que coche comprar, lo determina el tiempo y la vida solitas… que apresurarse al torbellino de lujuria, o de deseo (que incluso desear un coche es tan lujurioso como acariciar las nalgas a una colegiala en el metro), es algo que sale sobrando en la vida, es para gente que quiere sufrir o sentir demasiado. Tal vez si, pero así es mi tiempo… cuando deseo algo, y lo tengo a la mano, lo tomo… lo descubro con los dientes, lo babeo con la lengua, me lo meto a la boca, lo mastico y lo digiero. Y sus componentes primarios formarán parte de mi cuerpo y de mi espíritu. Es obvio que el sobrante se va por el caño.
Algo me vino a la cabeza de improviso y es–: A veces le odio tanto, a veces odio tanto a la mujer que amo. Y me quedé pensando, lo que dura un cigarrillo, si esa frase venía por culpa de la dualidad que aprendí durante mis relaciones retorcidas o si es normal odiar a quien amas. Alguna vez platicamos eso y coincidimos en que era necesario odiarnos también. Odias cuando de veras empiezas a reconocer a la persona y sus secretos. Odias cuando descubres que no todo es lo dulce que pensabas que era o cuando te autodescubres, dulcificando a la persona con la que compartes tu vida amorosa. También, hay momentos donde odias a tu familia en graduaciones, desde un odio superficial a uno intenso, por los reproches o porque no sale del baño. No es malo odiar, es parte de la rutina cotidiana. Si algo he aprendido en mis metidas de pata, es que el odio es energía fluyendo y reciclándose constantemente. Algunos lo verán como la cuerda, donde un extremo es el amor y otro extremo es el odio y si juntas ambos extremos, están unidos. Pero… me gusta más pensar que el odio se entrelaza con el amor, como una cadena de ADN. Es la perspectiva de la cadena lo que separa o une más ambos sentimientos. O que el odio y el amor son ondas de agua, que chocan y se entremezclan, se confunden las unas y las otras, se convierten en acto y consecuencia. El amor, por más bonito que parezca, no siempre es una canción de los Beatles.
Pensaba en la educación o el entorno social que tuve. Pensé en los amores frustrados de mucha gente que terminé respetando. Si eran mi familia, o mi familia postiza, si eran mis compañeros, mis profesores o mis amigos, ellos me enseñaron de sus experiencias tanto como yo aprendí de las mías. Amargué a tantas personas, como me amargaron a mí las parejas divorciadas o separadas, los infieles y las esclavas, los que tenían que lastimar antes de entregar su sexo, los que aprovechaban al enamorado para sacar algún provecho, los que se quedaron en el primer amor, el más importante, las enamoradas feas que podían ser fácilmente maltratadas y doblegadas, que los hijos cambian la perspectiva y la miel la transforman en hiel, que la gente esta constantemente engañándose creyendo que lo suyo es perfecto cuando se mira a leguas que no sonríen igual o que lo suyo es un pacto económico, un tratado sociológico. Un experimento. No tardé mucho en comprender que ese odio, también era amor del bueno. Que no se podía aspirar a un amor perfecto, que lo bonito dura lo mismo que una película de comedia romántica, que en cualquier momento podría esperar una traición, que todas las relaciones mundiales eran luchas de poder y control. Es puro amor patológico, puro odio. Me encogí de hombros ante la perspectiva. Nunca he conocido alguna pareja de ancianos que se den sus besitos riéndose. Nunca he atestiguado como una pareja de viejos que se rían enfrente de toda su familia, que no pongan una cara de mustios o que le den prioridad a su otro antes que a su bebida, o sus dolores de riñón. El amor perfecto lo he visto en los comerciales, tarjetas de navidad y las películas, nada más. La verdad es que en ninguna de mis relaciones, me importó tanto el amor y tampoco el odio, solamente me importó divertir y complacer.
Esos amores retorcidos… finalmente, por más raros que nos suenen en la cabeza, son los más normales de todos, al menos hoy en día. Tal vez la evolución social y comercial, ha obligado que cambien también los valores que indicaban “amor” en una relación. Por más raros y feos que nos suenen en la cabeza, son el nuevo estándar. Son lo de hoy.
Y en mi relación actual, tal vez me preocupa un poco en que tipo de patología estoy cayendo. ¿Me estaré volviendo muy dependiente? ¿Estaré celándola enfermizamente? ¿La seguiré viendo con ojitos de amor y no identifico a la verdadera persona detrás de la máscara? ¿Si no me responde es por alguna razón? ¿Debería ser más desapegado, cómo en otras relaciones, para que ella me extrañe un poco más? ¿Quién tendrá los pedazos de control aquí o allá? ¿Qué estímulos nos estamos fabricando para decirnos si algo no nos gusta, si algo esta mal entre nosotros? Y pensaba en que la odiaba por eso, porque de verdad no sabía o porque no responde como yo espero, o porque me es algo desconocido. ¿Y si es que voy a cumplir tres años con ella, y es la primera vez que sostengo una relación tan larga? ¿Si fuese cruel, le gustaría más? ¿Es cierto que nos pertenecemos el uno al otro, qué si nos besaremos cuando estemos viejos enfrente de toda la familia? ¿Es cierto que el amor nos ayudará a no amargarnos? Tal vez debería dejar de pasar el tiempo, debería dejar de pensar demasiado. ¿Por qué me importa tanto, será por amor o por necesidad? ¿Será por qué ya forma una parte importante de mi percepción del mundo y ni siquiera puedo serle infiel con la mirada agusto, porque entonces ya la tengo encima? ¿Y si nos amargamos, y ese es el amor del bueno?