No irán a descansar los dulces ímpetus juveniles a esto que estoy a punto de enseñarles: que si la vida es un dulce o es sal disfrazada de sacarina, no es diferente a la ventana que miras. Si yo me acerco a tu ventana, y ves conmigo a través, cuando terminemos estaremos contando diferentes historias. Si me las crees con los oídos atentos y luego me cuentas la tuya, crearemos una tercera historia. Aún si alzas la mirada y no crees lo que te digo, argumentando cuán equivocado estoy, haremos una cuarta historia, una que rompa con todas las anteriores y a la vez, forme parte del mundo. Si traemos otra persona al círculo, entonces las historias se multiplican por dos o por tres. Así podemos crecer exponencialmente hasta el infinito, o el número imaginario de su agrado, ¿qué más da? No entiendo porque escuchan a este viejo loco.
Admirando el sol que toca su piel joven y blanca, sin manchas, me provoca hacerles una pintura. Pero ya soy viejo, las manos me tiemblan y me duelen en las noches. Las manos que acarician sus mejillas y les hace sonreír con trucos de magia. Podría escribirles un poema, uno que hable de bondades, de manos firmes que aún se miran bellas, pero dudo, porque no soy poeta y lo que leo hoy en día me da asco, nadie habla ya de lo preciado que es la juventud. Todos escriben cochinadas. Pensarían que estoy escribiendo cuánto me gustan mis propias niñas, alguno pensaría que hay un hilo sexual reprimido en todo esto y no es así. Nadie habla ya de lo preciado que es la ingenuidad infantil. Tal vez dirían que también me gustan los varoncitos, sin embargo… no los prefiero, y no me mal interpreten, siempre me ha gustado la gracia que nace con la mujer. Me provoca ternura el instinto primitivo del hombre, pero no es objeto de mi fascinación. Si fuera compositor les escribiría una canción, tal vez con una canción me entienda el mundo.
Tú sigue mirando a la ventana, tú sigue escuchándome. Iré por mi periódico, me sentaré junto a la ventana y prometo leer a medias para seguirles admirando. Admirando la juventud que les pesa, admirando la juventud que ya no tengo, admirando hasta que me tengan que enterrar mañana y sólo queden ustedes, grabadas en el cerebro viejo que ya se me esta pudriendo.
Foto de NOlo.
Este cuento forma parte de los fotocuentos que escribí en este blog.