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Tal vez, una de ellas, es que he tenido la oportunidad de crearme distintos orígenes o de jugar con la posibilidad de distintas historias. Aunque me ha agradado escuchar pedazos de la historia verdadera, también he tenido la posibilidad de completarlos y de imaginar las distintas posibilidades. Son pensamientos entretenidos, que me ocupan inventando países, rutas, choques culturales. Aquel alemán que vino a México y la ruta sudamericana que hizo para escapar de sus crímenes de guerra. Una de esas historias, por ejemplo, es que el Fest es un apellido recortado, porque en Argentina no podían pronunciar completo.
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Sin embargo, esa historia puede ser falsa porque según el primo Roberto, tenemos un lejano parentesco con Joachim Fest. El señor Joachim es un historiador alemán que ha escrito muchísimo acerca de la segunda guerra mundial. Para más información, pueden remitirse a la película de “La Caída”.
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Por supuesto, la verdad no me creo del todo la primera o la segunda historia. Ambas se han alimentado de la curiosidad por conocer a la mitad de mis genes. Infantil e ingenuo. Sin embargo, así como esas dos historias hay muchas otras por el apellido. Por ejemplo, las fotos en uniforme del Fest recién escapadito y la parafernalia nazi que se guarda en algún lugar. Estas historias han crecido a manera de leyenda, y aunque fui un lamentable y pobrecito chico sin padre, también he podido usarlo a mi beneficio para crear mitos alrededor de mi pasado. Mi padre sabrá, algún día, que le hice un favor: lo he convertido en mitología. No cualquier bastardo tiene la delicadeza de utilizar el abandono a favor de dos personas, el olvidado y el desertor.
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Hace algunos años, cuando mi madre se quedó sin trabajo y me aventuré a vivir solo, al ver la dificultad económica, pensé buscarle para cobrarle unos veinte años de abandono. Finalmente no lo hice porque era una manera mezquina de acercarse a él por primera vez y también porque siempre he neceado con solucionar mis problemas yo solito. Tengo la idea de que un problema que no se puede solucionar por uno mismo, es una oportunidad de hacerse más débil, de deconstruirse. El carácter se forja tomando decisiones que debes tomar en tiempos precisos y actuar acorde. Finalmente, si uno necesita ayuda, la familia, la gente importante a ti y los verdaderos amigos, darán consuelo y un poco de apoyo. No necesitas pedir ayuda, porque la tendrás.
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De las desgracias hay que aprender a hacer un beneficio. Finalmente, no pasa nada a menos que te mueras. ¿No es así? Y aún así, la muerte es un buen descanso por una vida aprovechada, una vida llena de lo que quisiste, una vida que no relegaste o dejaste al control de otros. Una vida que construiste.
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