Son las once cincuenta de la noche y me han puesto las cosas un poco difíciles, porque ahora no sólo tengo que escribir, sino tengo que estar muy atento a todos los procesos por los que esta pasando el cuerpo. Entre ellos, la rigidez de mis dedos que no saben si aguantarán escribir un poco más, el hambre que tengo por lo poco que he cenado y los antojos malsanos que a cualquier varón le pueden dar a estas horas. Sin embargo, sigo despierto, he vencido un dolor de cabeza que me estuvo molestando durante una hora y tengo que ser muy honesto y confesar que me la están curando en este momento. De esta hora depende si me restarán energías para continuar con esto o muy al contrario, si acabaré cansadito, bien dormido, en el sillón de la casa.
Escribir esto cada vez me resulta un poco más difícil.
Será por la salivación, o por la suavidad que ofrece la noche, o por las ganas de mirar a mi novia a los ojos y decirle cuanto le quiero. Pero es hora de dormirse casi, de que los cuerpos descansen, de que se suelten relajados en donde reposen y yo que pienso que puedo soportar otras 12 horas de esto. Son las ganas de hacer las cosas que se acostumbran de noche, mirar la tele, dormir acompañado, perderse en internet, o dormir acompañado, de soñar o tener pesadillas y dormir acompañado. Son de esas ganitas que le dan a uno de sentirse querido, nada solito… sí… algo así.
¿Podría llevar este pequeño discurso a alcances insospechados? ¿Podría continuar con esto después de cierta nostalgia martillando entre las piernas? Bueno, eso no es correcto del todo, no puedo sentir nostalgia entre las piernas, ¿o si? Más bien calor, humedad, incluso comezón, puedo sentir dureza, rigidez, un orgasmo que se acumula, pero no nostalgia, incluso puedo sentir que los calzones aprietan demasiado, o que se me escapan las manos en un momento onanista y subersivo, desafiando las leyes divinales, religiosas, pero cumpliendo con toda recomendación médica y científica. Incluso, de buena gana, puedo imaginarme por todo lo que el pequeñín ha pasado, por todos y más bien, el casi único coño que ha rozado y ha tomado el tiempo de conocer, de desconocerse dentro de él. Ese coño duro en sus inicios, que se ha suavizado de poco en poco, a fuerza de costumbre, cariño y deseo.
No puedo seguir escribiendo más, si lo intento estaría medio loquito…
regresaré en otros cincuenta minutos, esperando que mi situación sea más favorable.